viernes, 28 de julio de 2017

¿Una época postcristiana?

EN ESTA ÉPOCA DE RELATIVISMO Y NIHILISMO ACTIVOS

¿Pero qué es eso de que vivimos en una era poscristiana? (1) Decir que vivimos en una era poscristiana, usar este término, implica, automáticamente, dos premisas:

1ª) Ha existido anteriormente una época cristiana.
2ª) Esa época cristiana ha desaparecido: por extensión, el cristianismo ha perdido, cuanto menos, vigencia, si no ha muerto del todo.

     Me quedo perplejo. Realmente, no ha existido nunca una "época cristiana". ¿A qué época nos referimos con ella? ¿A toda la que comprende desde el siglo I al XX? ¿Incluye en la misma época a la Edad Media, el Renacimiento y la Ilustración, por ejemplo? Desde mi punto de vista, nunca ha existido una "época cristiana", por cuanto los cristianos sinceros, la manada pequeña, han sido siempre una minoría dentro de una sociedad que, nominalmente cristiana o no, los ha rechazado y combatido, tal y como el propio Jesús ya dijo (2). El cristianismo no es una época humana.
     Por supuesto, la pretendida época cristiana a la que se refiere es una época culturalmente cristiana. En este sentido, también rechazo el término, pues diluye las diferentes épocas de Occidente (y, en parte, de Oriente), en las que el "cristianismo" ha sido religión oficial e impregnaba, en este sentido, la cultura y el pensamiento popular e intelectual. Denominar a todos esos siglos como "época cristiana", sin hacer distinción, equiparando los primeros siglos del cristianismo con la época feudal, y esta con la belle epoque, pongamos por caso, nos hace desembocar en la segunda premisa. Igual que ese cristianismo "cultural" influye de tal modo que dividimos el tiempo histórico en dos (antes de Cristo-después de Cristo), ahora, no Cristo, sino el cristianismo (nominal) divide, al parecer, el tiempo histórico en tres: época precristiana-época cristiana-época poscristiana. ¡Qué poco me gusta esto!
     La segunda premisa es igualmente falsa, o, al menos, falaz. El cristianismo, Cristo y su iglesia, sigue vigente de igual modo que lo estuvo en el siglo I d.C., en el V, en el X, en el XV y en el XVIII. Y siempre estará hasta el fin de todos los tiempos en este planeta, tal y como lo conocemos.
      Usar el término poscristiano y asumir su concepto es dar vía libre a Nueva Era (New Age), esa religión snob de un selecto grupo de poderosos que tienen un concepto del ser humano, no poscristiano, sino declaradamente anticristiano. Pretendiendo alcanzar la perfección humana, niegan la humanidad y el valor de otros seres humanos, algo descaradamente anticristiano. Es declarar caduco a Cristo, es asumir como verdad el nihilismo que parte de la premisa de que Dios ha muerto (algo que no se empeñan ni en demostrar, aunque sea a su modo, sino que parten de esa verdad de igual forma que un creyente parte del hecho de que Dios existe).
     Esta reflexión me trae de inmediato a la mente el artículo (ponencia) de David Galcerá, "El cristianismo y el reto del nihilsmo" (3), artículo que recomiendo. Para los que huyen de disquisiciones filosóficas, probablemente entenderán mejor las reflexiones de los dos artículos incluidos en el mismo número que el de Galcerá: "¿Existe la Verdad absoluta?", de Mark Ashton, y "¿Son todas las religiones iguales?", de Douglas Groothuis, que tratan de forma divulgativa y breve del residuo que queda de New Age para el común de los mortales, el relativismo moral, además de una pretendida estética zen.
     Para esta breve entrada de blog, me quedo del trabajo de Groothuis con la desmitificación de la parábola del elefante y los ciegos, que a su vez pretendía desmitificar la religión (cualquiera de ellas) como portadora de la verdad absoluta. La moraleja de este cuento es que ninguna religión está en posesión de la verdad, sino solo de una parte de la verdad (que acaba por no existir a la postre). El cuento señala que, siendo la verdad un elefante, cada religión es un ciego que toca distintas partes de su cuerpo. Así, para uno, el elefante es un ser delgado y peludo, porque toca su cola; para otro ciego, es blando y flexible, porque toca su oreja. Para el que toca su pata, es rugoso, y suave para el que toca su colmillo. ¿Cuál de los ciegos (de las religiones) tiene razón? ¡Todas! Por tanto, como ninguna es capaz de ver totalmente la verdad, nos podemos aprovechar de todas, todas son iguales de válidas (lo que por definición de religión las hace inválidas en su fin último), una desvirtuación del retened lo bueno bíblico (4), o bien optar por cualquiera de ellas, creando en cierto modo una supra-religión que las engloba a todas y cuyos preceptos y ejes vertebradores son vagos y ambiguos (no le queda de otra). Para Groothuis, el cuento empieza mal asemejando las religiones con ciegos, algo por lo que todas ellas se sentirán molestas. En todo caso, un elefante puede ser blando y suave en algunas de sus partes y duro y rugoso en otras, pero no en todo su cuerpo a la vez; además, no puede estar vivo y muerto simultáneamente: o está vivo, o está muerto. O es personal o impersonal. O es un animal o una planta. Lo que no puede tener en sí mismo son atributos contradictorios. Por eso no todas las religiones son iguales, por más que muchas de sus prácticas e incluso ideas nos puedan ser de provecho. Se contradicen unas a otras. Así, mientras que para el hinduismo no dualista Dios es impersonal (Brahman), los seres humanos somos divinos pero sin conciencia de ello y la liberación espiritual se produce al reconocer y profundizar en esa divinidad interior, para el cristianismo Dios es personal (uno y trino, la trinidad es rechazada por el Islam), los seres humanos estamos hechos a semejanza de Dios pero pecadores (caídos; para el Islam no estamos caídos, solo somos imperfectos), y la liberación espiritual se halla por medio de la fe en Jesucristo (en el Islam, por buenas obras). No, en absoluto, no todas las religiones son iguales, como no da igual creer que no creer. El conglomerado de religiones, si se hiciera en serio, esa suprarreligión, es imposible, a no ser que vayamos despojando a las religiones y sistemas de creencias de lo que les es más esencial, desembocando en su momento en el pluralismo religioso de John Hicks, y hoy en día en un pluralismo general que no trata de escuchar diferentes opiniones y versiones sobre un asunto, sino de conciliarlas en un crédito igual para todas que acaba en descrédito para todas... o casi todas.     
     Paradójicamente, en pro de ese pluralismo, que era un oxímoron en esencia, se acaban imponiendo ideas exclusivistas que se dan por ciertas como si fueran científicas o axiomas imperturbables, excluyendo radicalmente a aquellas que se les oponen, y que acaban censuradas. De tanto pluralismo mal entendido acaba por no haber debate sobre ciertas cuestiones revestidas de lo políticamente correcto. Ahora, al que chista, se le etiqueta de racista, intolerante, machista u homófobo, antes de ser escuchado siquiera, en el momento en que la forma de su discurso lo parece, sin a penas acercársele. Seguro que por decir esto hay quien piensa ahora que soy racista, intolerante, machista y homófobo, y no lo soy (o, como mínimo, no lo sabes: no me estoy pronunciando sobre estos asuntos). Una sociedad a la que se le llena la boca de palabras inventadas recientemente, he ahí la posverdad, que trata de manipular el lenguaje quedándose en la superficie, que piensa que "tolerancia" es un término positivo, sin serlo, y rechaza la palabra "amor" como pasada de moda, y que se va inventando vocablos que acaban en "-al" o usando con excesiva frecuencia otros que ya existían (vivencial, experiencial, relacional, situacional, ficcional, intencional, habitacional, inteligencia emocional, abundancial, accesional, apariencial,  ...), y se harta de usar prefijos y sufijos sin concentrarse en la esencia y significado del lexema. Y cae en una arrogancia y una supuesta superioridad moral amoral-ideológica que es todo un hybris, palabra que puedes asociar rápidamente con la mezcla, aunque no controles bien el griego clásico (coche híbrido); hybris, el monstruo barroco mezcla de esto y de aquello, extraño hipogrifo; y que es el pecado original: creerse Dios. A este hybris llega el nihilista Sartre (según Galcerá, op. cit., p. 59). A este hybris ('falta') se llega, curiosamente, a través de Ate, personificación del error, como el propio Esquilo versifica en Los Persas:

Pues amable, con su halago,
Ate atrae hacia sus redes
al mortal, de donde al hombre
nunca le será posible
dar un salto y evadirse.    (5)

     Realmente, esgrimiendo el todas las ideas valen igual y respetarlas es aceptarlas todas, ese concepto extremo de pluralismo y relativismo, se ataca a toda aquella idea que señale a la verdad, a valores firmes per se (in se). Es un pluralismo que no entiende por qué es coherente consigo misma, por ejemplo, la Iglesia Católica cuando expone su concepto de familia, y reclama una Iglesia Católica tolerante con los que tienen otros conceptos de familia, en lugar de decidir dejar de ser católicos para mantener ideas que se le oponen. Porque en el fondo desean seguir siendo culturalmente católicos y reclaman de esta una "actualización". (Pongo al catolicismo como ejemplo, sin ser yo católico, porque en España se entiende mejor y es la crítica que yo he percibido muchas veces.) Personas que declaran no creer en Dios y se visten de nazarenos, o procuran que sus hijos hagan la comunión aun siendo ateos o indiferentes. Porque al final todo se queda en las formas, se le despoja, en este ejemplo que pongo en relación al catolicismo, de sus valores intrínsecos al símbolo, se desea el significante sin su significado esencial. A mí me llaman poderosamente la atención estas actitudes. 
     Concluyo, entonces, con las palabras del propio Galcerá en relación con el nihilismo posmoderno y la heterotopía de Vattimo:

El creyente [cristiano] no acepta la diversidad de las voces humanas y el estado actual del mundo como algo deseable. Para el cristiano sí hay utopía, aunque se establecerá en un futuro cuando la palabra viviente -Cristo- venga a establecer su reino en la tierra: [...]. Pero el cristianismo ha de hacerse efectivo ahora en los cristianos; frente a la ficción, al perspectivismo, la verdad del cristianismo solo puede ser corroborada por la veracidad de los cristianos. Nuestra veracidad ha de producir esos efectos de verdad; nuestra perspectiva ha de imponerse en la teoría y en la práctica. La utopía pertenece a los cristianos.





(1) Sé lo que es, no es más que una pregunta retórica. Que me disculpen mis hermanos en la fe que usan este sintagma para hacer referencia, sencillamente, a esta época posmoderna y sus valores en la que estamos sumergidos en Occidente, si se sienten aludidos, o incluso un tanto agredidos, por esta reflexión. No es mi intención, desde luego.
(2) ... porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan (Mateo 7: 14); Porque muchos son llamados, y pocos escogidos (Mateo 22: 14); No temáis, manada pequeña, ... (Lucas 12: 32); En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo (Juan 16: 33)
(3) En Perspectivas espirituales contemporáneas, Andamio, revista GBU, 1/2000.
(4) Decía Pablo en 1ª Tesalonicenses 5: 21: Examinadlo todo; retened lo bueno. Pero acto seguido, en el versículo siguiente, manda: Absteneos de toda clase de mal, teniendo que quedar espíritu, alma y cuerpo irreprensibles para la venida de Jesús (v. 23). Por cierto, y sin que venga a cuento con este artículo, para los que afirman sin tapujos que en la Biblia no se menciona el liderazgo, solo el servicio (como si aquel no fuera un tipo de este), los versículos 12 y 13 de este capítulo de 1ª de Tesalonicenses pueden ser el principio de un gran descubrimiento.
(5) Tomado de las Tragedias completas de Esquilo en la edición de José Alsina Clota para Cátedra, Madrid, 1998, p. 38.