CUATRO POEMAS Y UNA ORACIÓN
Introducción
Superar exige asumir, no pasar página o echar en el olvido. En el caso de una tragedia requiere, inexcusablemente, la labor del duelo, que es del todo independiente de que haya o no reconciliación y perdón. […] El duelo no es ni siquiera cuestión de recuerdo: no corresponde al momento en que uno recuerda a un muerto, un recuerdo que puede ser doloroso o consolador, sino aquel en que se patentiza la ausencia definitiva. Es hacer nuestra la existencia de un vacío.
CARLOS PIERA: "Introducción" a En los ojos del día: antología poética,
de Tomás Segovia, que yo he tomado a su vez de Los girasoles
ciegos, de Alberto Méndez, su único preliminar.
2018 ha sido el año más largo que jamás he vivido hasta ahora, incluidos los de mi infancia. Se sucedían, superada esta, uno detrás de otro casi sin darme cuenta y el año en que cumplí 42 ha sido intenso día tras día. Un año de bello reencuentro con mi Señor, al que nunca he dejado de amar, a través de un desierto de desconcierto y dolor.
Sus primeros días fueron los típicos de celebración, pasamos en Vallejera de Riofrío (Salamanca, cerca de Béjar) el fin de año, vimos la Cabalgata de Reyes aquí en Gines (Sevilla). Casi de inmediato, mi matrimonio se resquebrajó. No entro en los detalles. Hasta finales de abril, todo por mi parte fueron vanos intentos por una reconciliación complicada, negada por la otra parte, y de cambiarme a mí mismo. Momentos de desconcierto, amargura, soledad, y a veces casi supervivencia. Hasta que toqué mi fondo (espero que haya sido ese mi fondo). De esa primera parte del año tengo poemas y textos, algunos reflejan esta situación, pero fueron pocas mis creaciones, como venía sucediendo en los últimos años.
A partir de finales de abril decidí buscar ayuda. Dejarme ayudar por diversas personas. Realmente, di el paso impulsado por el Señor. Él me tomó mientras me sumergía, me sacó y pasé largos días aferrándome a Él todo lo que pude: preciosos momentos de intimidad regados por muchas, muchas lágrimas que solamente Él vio. El salmo 40, al que me llevó una sierva suya, se ha convertido en uno de los que ahora entiendo de mejor forma, más plena e intensa, y de los más significativos para mí. De esta otra parte de 2018 solamente hay cuatro poemas originales míos, que traigo aquí con aclaraciones previas. Y también una oración (un texto lírico en prosa en el que, al menos al final, me dirijo a Él). No es exactamente una oración, aunque la contiene. Una confesión íntima, más bien. Espero compartirla el domingo 6 de enero de 2019 como testimonio a mis hermanos de la Iglesia Evangélica de Coria del Río.
El divorcio se firmó de mutuo acuerdo en septiembre: aun en ese momento, el de la firma, le recordé que la reconciliación era posible, conmigo sí. Se ratificó en octubre en los juzgados, con alguna modificación. La sentencia llegó en diciembre.
Yo nunca quise la disolución de mi matrimonio. Me ha costado mucho asimilar mi nuevo estado de divorciado a mi pesar, y, una vez asumido, cuál es mi posición y perspectiva delante de Dios al respecto. Gracias a los que me asisten, y su entendimiento bíblico, su lucidez al leer tanto mi situación como las Escrituras, puedo a día de hoy sentirme divorciado. Mi matrimonio ya no existe tampoco a nivel espiritual, he dejado de ser una sola carne con ella. Su persona sigue siendo fuente de preocupación para mí y motivo de oración. El dolor se va mitigando; la cicatriz queda para siempre.
POEMAS DEL FINAL
Mis últimas ahoganzas, definitivamente
I
DERRUMBE
Cuando compuse este poema estaba muy reciente el derrumbe del puente de la autopista en Génova, probablemente lo escribiera en agosto. Coincidía con la idea de que todas las estructuras en mi familia y un poco en mi vida estaban caídas, destruidas.
Se han derrumbado las estructuras.
Caen los puentes,
las pasarelas,
de repente, con estruendo,
destrucción y caos,
sombra de muerte.
Las ruinas quedan desperdigadas,
amontonadas;
se escuchan los lamentos;
hay quienes no saben,
aún no son conscientes;
hay quien está lejos,
hay quien corre incierto...
II
SEIS DE OCTUBRE DE 2018
Todo se ha vuelto emotivo,
todo connota:
todo pincha, todo quema, todo duele.
Mis gafas viejas se rompieron ayer,
no sirven para nada, no quiero que se tiren,
¡son de 2015!, y en 2015
estábamos juntos, son las que recuerda siempre
mi hija pequeña verme puestas.
Transito por la casa, tu sombra sigue allí:
nuestros perros,
nuestros árboles,
nuestras plantas,
nuestras preciosas tazas de café
ya descoloridas,
la cocina que elegimos,
todo el cúmulo de bultos de la mudanza,
el colegio de las niñas que tan felices nos puso
(esta casa la elegiste tú),
las cortinas y estores que están puestos
y los que nos faltaba elegir para poner,
escuchar la radio por las noches,
escuchar que nos despierta la pequeña los fines de semana
y despertar nosotros a su hermana mayor,
los churros los domingos para desayunar
viendo por la tele un programa de perros,
ir al súper y ver los productos que comprábamos,
para hacer de comer, para limpiar, para que la ropa huela bien;
las calles por las que camino,
el interior del coche,
la luz y el clima,
qué hacer con mi tiempo,
los libros, los bolis, las libretas
(ni siquiera hablo de fotos),
la cada vez menos ropa tuya que va quedando,
tu hueco del armario,
usar nórdico en vez de manta,
usar viscolástico, usar la almohada,
todo, ¡todo!, es una permanente bofetada,
hacer de comer en la Thermomix es un puñetazo en el estómago,
la Thermomix que compraste tú,
ver cómo los perros se cargan el papel pintado que sobró
y que aún guardábamos por si acaso,
una patada en la boca.
Paliza tras paliza, ¡qué terrible
escuchar a tus hijas decir
que echan de menos que estemos juntos!
¡Qué felicidad, sencillamente,
sólo y sencillamente,
estar juntos!
Todo es emotivo, todo connota,
hasta mi cara en el espejo es un recuerdo.
III
AUSENCIA BRUTAL
12-10-2018
No es lo que veo
porque nada destaca, todo evoca y entonces
nada evoca. No es lo que veo,
sino lo que no veo;
no es lo que oigo,
sino lo que ya no escucho;
no es lo que espero,
sino lo que no me espera.
No habrá desánimo,
ni desaliento,
así mi pena es más auténtica y guardada,
dejada en la profundidad de las cosas verdaderas,
guardiana de dulzuras y privilegios pasados
que nadie habrá de profanar,
ni tan siquiera mi yo ni mi nosotros de ahora.
Solamente que tengo que hacer el gran esfuerzo
de seleccionar qué poquitos objetos,
lugares, situaciones, elementos,
podrán arrancarme lágrimas, porque todo,
ahora mismo todo,
absolutamente todo
eres tú,
la que no estás;
material o inmaterial, todo
activa en eco tu presencia.
IV
VIAJE A LORCA UN INSTANTE Y VUELTA CON LAS NIÑAS
14-10-2018
Ella tenía a las niñas tan lejos... Y cuando vino a Sevilla a por ellas, tan delgada, se mareó y flaqueaba. En contra del sentido común, y también porque mis hijas hicieran un mejor viaje, accedí a recogerlas en una localidad relativamente cercana a ella, Lorca. Me desperté de madrugada, con la idea de llegar de mañana allí: salí de noche. Pero en esa noche y en ese principió de día llovió de forma extraordinaria. La oscuridad y la lluvia no me permitían ir rápido; paré por el camino hasta tres veces. Escribí este poema en una de esas paradas.
Voy para allá
tan temprano... Si
al menos amaneciese ya
(¿y la luz?)
y esta oscuridad terrible se desvaneciese,
iría más veloz a vuestro encuentro,
a pesar de la incesante lluvia
y a pesar de mi incesante llanto,
y a pesar del ensueño de un instante:
volver cuatro, cuatro juntos,
volver nosotros sin
mutilación.
Voy para allá, ¡qué terrible oscuridad!, si
al menos
amaneciese ya...
Intensamente, oraba por un milagro que aún no ha llegado, si es que tu respuesta no ha sido directamente no. Mi alma clamaba a Ti, buscando con desesperación tus brazos, aunque ya me tenías entre ellos, como un bebé tomado y apretado contra el pecho de su madre pero que todavía continúa su llanto por su desconcierto inicial. Y la mamá empieza a mecerlo, a susurrarle, a hacerle notar a través del tacto de todo su cuerpo que "ya, ya, ya", "ya está, ya estás conmigo". Así estaba yo Contigo, en oscuridad de desconocimiento, con persistencia en gestos de quien se ahoga a pesar de hallarse al fin fuera del agua: mi llanto Tú lo oías. Me escuchaste, me escuchas, me trajiste a tu regazo, a la suavidad de tus brazos poderosos, al calor de un amor incontenible.
Mi clamor solicitaba un milagro: Que mi sola carne, deslindada de mí, volviera a serlo. Que se produjese una reconciliación entre ambos. Y Tú me oíste. Y lo que hiciste fue reconciliarte conmigo. Pedía reconciliación con mi esposa, que ya no lo es, y Tú hiciste que nos reconciliáramos nosotros. No te olvidaste de mí. No me repudiaste a pesar de mí mismo y de mis actos. Cuando te llamé, viniste. Y me sacaste de las arenas movedizas, tomándome del brazo, con el fango en la barbilla. Me sacaste, me salvaste, me curaste, me limpiaste, y estás reconciliado conmigo. ¿Y ahora qué digo? Balbuceo como un bebé...
Movilizaste a tu gente por mí, sólo para mí. Mi Médico, que me observaba constantemente, diste órdenes a tus enfermeros para que trabajasen en mi cuidado. ¡Y con urgencia! Y ellos te obedecieron. Y, General del Gran Ejército, mandaste tropas para resistir el asedio y, después, expulsar a todos los invasores. Hasta no quedar ninguno.
Te pedía el milagro de una reconciliación y Tú me la has dado. ¡Gracias, mi Dios, glorifícate en mi vida!
José Alfonso Bolaños Luque
todo connota:
todo pincha, todo quema, todo duele.
Mis gafas viejas se rompieron ayer,
no sirven para nada, no quiero que se tiren,
¡son de 2015!, y en 2015
estábamos juntos, son las que recuerda siempre
mi hija pequeña verme puestas.
Transito por la casa, tu sombra sigue allí:
nuestros perros,
nuestros árboles,
nuestras plantas,
nuestras preciosas tazas de café
ya descoloridas,
la cocina que elegimos,
todo el cúmulo de bultos de la mudanza,
el colegio de las niñas que tan felices nos puso
(esta casa la elegiste tú),
las cortinas y estores que están puestos
y los que nos faltaba elegir para poner,
escuchar la radio por las noches,
escuchar que nos despierta la pequeña los fines de semana
y despertar nosotros a su hermana mayor,
los churros los domingos para desayunar
viendo por la tele un programa de perros,
ir al súper y ver los productos que comprábamos,
para hacer de comer, para limpiar, para que la ropa huela bien;
las calles por las que camino,
el interior del coche,
la luz y el clima,
qué hacer con mi tiempo,
los libros, los bolis, las libretas
(ni siquiera hablo de fotos),
la cada vez menos ropa tuya que va quedando,
tu hueco del armario,
usar nórdico en vez de manta,
usar viscolástico, usar la almohada,
todo, ¡todo!, es una permanente bofetada,
hacer de comer en la Thermomix es un puñetazo en el estómago,
la Thermomix que compraste tú,
ver cómo los perros se cargan el papel pintado que sobró
y que aún guardábamos por si acaso,
una patada en la boca.
Paliza tras paliza, ¡qué terrible
escuchar a tus hijas decir
que echan de menos que estemos juntos!
¡Qué felicidad, sencillamente,
sólo y sencillamente,
estar juntos!
Todo es emotivo, todo connota,
hasta mi cara en el espejo es un recuerdo.
III
AUSENCIA BRUTAL
12-10-2018
No es lo que veo
porque nada destaca, todo evoca y entonces
nada evoca. No es lo que veo,
sino lo que no veo;
no es lo que oigo,
sino lo que ya no escucho;
no es lo que espero,
sino lo que no me espera.
No habrá desánimo,
ni desaliento,
así mi pena es más auténtica y guardada,
dejada en la profundidad de las cosas verdaderas,
guardiana de dulzuras y privilegios pasados
que nadie habrá de profanar,
ni tan siquiera mi yo ni mi nosotros de ahora.
Solamente que tengo que hacer el gran esfuerzo
de seleccionar qué poquitos objetos,
lugares, situaciones, elementos,
podrán arrancarme lágrimas, porque todo,
ahora mismo todo,
absolutamente todo
eres tú,
la que no estás;
material o inmaterial, todo
activa en eco tu presencia.
IV
VIAJE A LORCA UN INSTANTE Y VUELTA CON LAS NIÑAS
14-10-2018
Ella tenía a las niñas tan lejos... Y cuando vino a Sevilla a por ellas, tan delgada, se mareó y flaqueaba. En contra del sentido común, y también porque mis hijas hicieran un mejor viaje, accedí a recogerlas en una localidad relativamente cercana a ella, Lorca. Me desperté de madrugada, con la idea de llegar de mañana allí: salí de noche. Pero en esa noche y en ese principió de día llovió de forma extraordinaria. La oscuridad y la lluvia no me permitían ir rápido; paré por el camino hasta tres veces. Escribí este poema en una de esas paradas.
Voy para allá
tan temprano... Si
al menos amaneciese ya
(¿y la luz?)
y esta oscuridad terrible se desvaneciese,
iría más veloz a vuestro encuentro,
a pesar de la incesante lluvia
y a pesar de mi incesante llanto,
y a pesar del ensueño de un instante:
volver cuatro, cuatro juntos,
volver nosotros sin
mutilación.
Voy para allá, ¡qué terrible oscuridad!, si
al menos
amaneciese ya...
RECUERDO, CONFESIÓN, ORACIÓN
Intensamente, oraba por un milagro que aún no ha llegado, si es que tu respuesta no ha sido directamente no. Mi alma clamaba a Ti, buscando con desesperación tus brazos, aunque ya me tenías entre ellos, como un bebé tomado y apretado contra el pecho de su madre pero que todavía continúa su llanto por su desconcierto inicial. Y la mamá empieza a mecerlo, a susurrarle, a hacerle notar a través del tacto de todo su cuerpo que "ya, ya, ya", "ya está, ya estás conmigo". Así estaba yo Contigo, en oscuridad de desconocimiento, con persistencia en gestos de quien se ahoga a pesar de hallarse al fin fuera del agua: mi llanto Tú lo oías. Me escuchaste, me escuchas, me trajiste a tu regazo, a la suavidad de tus brazos poderosos, al calor de un amor incontenible.
Mi clamor solicitaba un milagro: Que mi sola carne, deslindada de mí, volviera a serlo. Que se produjese una reconciliación entre ambos. Y Tú me oíste. Y lo que hiciste fue reconciliarte conmigo. Pedía reconciliación con mi esposa, que ya no lo es, y Tú hiciste que nos reconciliáramos nosotros. No te olvidaste de mí. No me repudiaste a pesar de mí mismo y de mis actos. Cuando te llamé, viniste. Y me sacaste de las arenas movedizas, tomándome del brazo, con el fango en la barbilla. Me sacaste, me salvaste, me curaste, me limpiaste, y estás reconciliado conmigo. ¿Y ahora qué digo? Balbuceo como un bebé...
Movilizaste a tu gente por mí, sólo para mí. Mi Médico, que me observaba constantemente, diste órdenes a tus enfermeros para que trabajasen en mi cuidado. ¡Y con urgencia! Y ellos te obedecieron. Y, General del Gran Ejército, mandaste tropas para resistir el asedio y, después, expulsar a todos los invasores. Hasta no quedar ninguno.
Te pedía el milagro de una reconciliación y Tú me la has dado. ¡Gracias, mi Dios, glorifícate en mi vida!
José Alfonso Bolaños Luque