viernes, 9 de octubre de 2020

DESPUÉS DE TANTO TIEMPO, SUBO A MI APOSENTO ALTO...

REFLEXIONES, MEDITACIONES Y ORACIONES TRAÍDOS DE UN PASADO PRÓXIMO, ENCAMINADO A UN PRESENTE FUTURO (I)




INTRODUCCIÓN


Después de tanto tiempo, subo a mi aposento alto. Me refiero a este, al de este blog. Al más íntimo, no he dejado de subir, ¡nunca he subido tanto!, como en estos dos últimos años.

     Vengo hoy a dejar constancia de algunas reflexiones, meditaciones y oraciones, a veces un tanto modificadas, de hace dos años, de 2018, un extracto de mi libreta roja de emergencia de aquel año difícil y a un tiempo fructífero, por tantas cosas... No lo hago con idea de aferrarme al pasado; al contrario, he decidido no mirar esa libreta más. Mi idea es cerrar definitivamente el pasado (en este cuaderno ya se ve que lo hacía), para encaminarme con decisión hacia lo que me está preparado en base a mi propio presente. Todo en relación a un refugio seguro al que acudí en tiempos de tormenta y una confianza firme; a un proceso de restauración que, creo, está terminado, con capítulos siguientes que me era imposible siquiera intuir en aquel entonces pero que el Señor me tenía reservado para mi sorpresa actual y futura. Él me demostró entonces cómo actúa por fases, paso a paso, en los que confían en Él, y me lo demuestra ahora: y quedo expectante en ver cómo Él termina los procesos que ha iniciado - en mí y en otras personas; alguna que entonces no conocía.

     Aunque muy personales, espero que sirvan de algún provecho a aquellos que, entrando en mi aposento, quieran tomar de aquí.

REFLEXIÓN: EL QUE HE DE SER

(texto base de 05/06/2018, con modificaciones al presente y añadidos de otras partes del cuaderno rojo)




Si pierdes tu cielo, perderás también tu tierra 
(Sra. de Cowman, en Manantiales en el desierto, II, de 18 de junio)

Los que los creyentes venimos en llamar, no sé ahora si acertadamente, "gente del mundo" (1) viven, obviamente, sin Cristo y desarrollan sus vidas sin tenerle en cuenta: perogrullada. Lo necesitan para ser salvos, para reconciliarse con Dios, para albergar al Espíritu Santo y... ¡renacer! Cuando observo estas necesidades, entonces me doy cuenta de lo privilegiado que soy. Pero ellos, claro, mientras tanto, viven sus vidas y tienen sus esquemas de valores. Y se desarrollan como personas, unos de una manera, otros de otra. Y los hay que prosperan: que son honestos, que son buenos padres, que saben mucho, que se divierten de verdad, que disfrutan (de cosas sencillas, de cosas elaboradas o de perversiones), que tienen claras las ideas, que viajan, que tienen don de gentes, simpatía, amabilidad, carácter, que son simpáticos, que practican muy bien el sexo, que ven las cosas claras, … Por supuesto, gente razonable, sensata, coherente, sencilla, … en base a sus valores, como los hay deprimidos, caóticos y que van a la deriva. Personas que observo con unas virtudes que yo no tengo .
     Los que hemos creído en Cristo hemos nacido de nuevo, y vivimos una vida nueva, con la vista puesta arriba y siguiendo las huellas de Jesús. Y, por supuesto, nuestro sistema de valores se basa en Él. Somos transformados y nuestro entendimiento debe renovarse. Pero eso no significa que nuestro desarrollo en el resto de áreas se anule o quede disminuido con respecto a "los del mundo". ¡En absoluto! Nosotros también nos deprimimos, perdemos los nervios o somos aburridos de solemnidad como podemos ser, igualmente, tranquilos, divertidos, inteligentes, etc., etc. ¿Cómo que no? ¿Por qué no? Siempre con la vista en ser obedientes a Cristo: todo me es lícito, aunque no todo me conviene (1 Co. 10: 23). Podemos disfrutar (¡y con agradecimiento!), opinar, competir, ...
     Tal vez el problema pueda ser la doblez, el doble ánimo, la contradicción interna: DISOCIAR. Puede que nos sintamos indignos y demos por imposible servir a Dios, y serle agradables, y entonces ese pensamiento unido a cierto pesimismo o falta de autoestima nos incapacite en doble sentido: en verdaderamente servirle y desarrollarnos espiritualmente en libertad, agobiados por este pensamiento, y por otro lado, en que todas nuestras potencialidades (de disfrutar, de hacer, de saber, de ser) se empaqueten inutilizadas y se queden guardadas cogiendo polvo.
     La amargura, la queja, la frustración consentida machacan: impiden desarrollar de verdad la vida espiritual y el crecimiento personal en todos los ámbitos (corporal, social-relacional, laboral, académico-intelectual, creativo, de pareja, familiar, …), y bloquean: sumergen en debates internos sin solución, ahogan en vasos de agua y en océanos sin horizonte. Y, entonces, ni siquiera sabes lo que quieres.
     ¿Quién eres? ¿Quién soy? ¿Y quién puedo llegar a ser? Porque el hecho de que me aferre fuertemente al Señor no quita que, si como mal, engordo; que, si no practico con mi bajo eléctrico, toco mal; que, si descuido mi profesión, iré mal en mi trabajo. Pero al mismo tiempo, esto está claro: que me es imposible desarrollarme como persona EN PLENITUD sin Él, sin tenerlo en cuenta, sin ser minuto a minuto cristiano, hijo de Dios, porque es lo que soy, y lo soy desde hace tanto tiempo...
     Dios es mi Padre y solo quiere lo mejor para mí. Suscribo las ideas de Siegel y Bryson desarrolladas en El cerebro del niño de que hay que mantenerse en la corriente del río de la vida sin encallar, ni en la orilla del caos, ni en la de la rigidez. Y creo firmemente que mi Padre no me quiere pecando y haciendo las cosas solamente a mi manera, pero tampoco quiere que me paralice y se escape el tiempo y la vida entre mis dedos. Tengo que ser un mejor Alfonso, el mejor Alfonso, sin contradicciones, ambigüedades y dudas. Y eso solo es posible con Él, pues Él es lo más importante. Los otros, "los de fuera", se desarrollan muy bien sin Él, estando necesitados de Él. Yo no. Yo no puedo. Porque si lo intentase, ese no sería yo. Y si he de "negarme a mí mismo", lo haré para seguir a Cristo, no para dejarlo de hacer.
     Como conclusión: SOLO PUEDO SER EL QUE HE DE SER CON CRISTO, solo puedo ser un (el) mejor Alfonso en todas las facetas de mi vida con Él, no aparte de Él. Es imposible otra cosa. Todas las facetas de mi vida pueden cambiar, más pronto que tarde, e interconectándose, puedo abandonar muy malos hábitos, puedo despertarme y desarrollarme como persona, pero solo en Cristo. Sin ninguna contradicción con Él. Dejando que Él enseñoree y controle. Solo encontrando al Alfonso creyente, orante, practicante, obediente y seguidor real de Jesús los demás Alfonso crecerán. Todos integrados, sin que existan dos listas de valores paralelas: uno para el yo cristiano y otro listado para el yo cuando no hace de cristiano. Esa disociación es la que no debe existir. 




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(1) Aunque entre los cristianos evangélicos nos entendemos en nuestra especial jerga, hoy por hoy esta denominación, tal cual, me parece en cierto modo un tanto despectiva o con connotaciones negativas, o al menos una expresión que puede ser malinterpretada. Me refiero a aquellos que no son nacidos de nuevo, que no han dado el paso de aceptar a Jesús como su Salvador y Señor y no han experimentado el nuevo nacimiento y la morada del Espíritu Santo en ellos.

Texto: José Alfonso Bolaños Luque
Imágenes: http://photopin.com/free-photos/

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