viernes, 9 de octubre de 2020

¿ESTUDIAR LA BIBLIA ME HACE MEJOR PERSONA?

 SOBRE UNA CITA DE THOMAS JEFFERSON


Captura de pantalla de un estado de whatsapp

He visto circular recientemente por estados de Whatsapp, Facebook, e imagino que estará en otras redes sociales, una cita del presidente estadounidense Thomas Jefferson acerca de la Palabra: 

Siempre he dicho y diré que el estudio de la Biblia hará mejores ciudadanos, mejores padres y mejores esposos

Y, ¿qué cristiano evangélico no la suscribiría con entusiasmo? Yo lo hago. La Biblia es una fuente inagotable de sabiduría y consuelo, de guía  y enseñanza vital, de descubrimiento y desarrollo espiritual, y, a la postre y sobre todo, de desvelamiento de un misterio anunciado y al fin revelado: que el amor de Dios ha sido tal por nosotros que, a pesar de nuestro alejamiento de Él, ofreció a su Hijo para que, a través de su muerte y resurrección, pasásemos de muerte a vida, fuésemos salvados de nuestro oscuro destino espiritual sin Él, fuésemos acogidos, y no de cualquier manera, sino hechos nosotros mismos hijos de Dios por pura gracia, por el sacrificio de Cristo y su aceptación por parte de cada corazón creyente (Jn. 3: 16; Ro. 5: 8; ...). Pero hacia donde apunta la cita de Jefferson no es a la luz que ofrece la Palabra para acercarnos a la cruz y renacer a través del arrepentimiento y la aceptación de Jesús como Salvador de nuestras vidas, sino que más bien se dirige a la toma de valores bíblicos, en concreto en lo que se refiere a nuestro comportamiento y toma de decisiones a nivel social (mejores ciudadanos) y familiar (mejores padres, mejores esposos), y aquí, como siempre en estos casos, tal vez deberíamos examinar bien si con esta cita vamos a sostener valores verdaderamente bíblicos que llevar a efecto en nuestras vidas, o bien si la Biblia, o nuestra interpretación de ella, es la justificación para el sostenimiento de valores que caen fuera de los textos bíblicos, los que consideramos más morales sin atender a si la Biblia lo expresa así explícitamente. En todo caso, para ello ya nos dejó Jesús un principio muy básico y práctico que la resume: EL AMOR - amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo (Mr. 12: 29-31), que con Jesús incluye a nuestros enemigos (Mt. 5: 43-48), y cuya formulación práctica no es otra que la Regla de Oro: hacer con los demás lo que nos gustaría que hicieran con uno mismo (Mt. 7: 12). Esta máxima bíblica, auténticamente cristiana por salir de los labios del propio Cristo (que daba la vuelta al principio del maestro Hil-lel de "no hacer con los demás lo que no nos gustaría que hicieran con nosotros", comprometiéndonos a dejar de ser pasivos y poner en acción el amor a los demás), sin duda será la mejor luz para guiar nuestros pasos en las relaciones con nuestros semejantes.

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     Ahora bien, he de decir lo siguiente: como cristiano evangélico e incesante lector de la Biblia suscribo completamente esta cita de Jefferson, pero con la siguiente advertencia: cuida bien cómo lees e interpretas la Biblia, y cómo la proyectas desde tu corazón hacia tus convicciones y de ahí hacia tus decisiones de vida, no vaya a ser que sostengas como bíblicos (inflexibles) principios excluyentes que más bien pertenecen al ámbito de tu pensamiento personal, la tradición o moral de época, pasada o presente. Los mayores estudiosos de la Biblia por antonomasia de la época del propio Jesús eran los fariseos, a quienes, en general, Emanuel acusó en repetidas ocasiones de hipócritas (Mt. 23: 13, entre otras muchas referencias), y contra quienes el propio Jesús se encaró reiteradas veces, desvelando a sus oyentes el verdadero sentido de la Palabra. Así visto, esta cita de Thomas Jefferson no la puedo compartir. Una persona puede ser MUY ESTUDIOSA de la Biblia, conocer hebreo y griego, y hasta arameo, haber hecho cursos de Teología, y aun así estar muy lejos de ser considerada mejor, incluidos mejor ciudadano, mejor padre y mejor esposo. Sí creo que se hace mejor persona quien entiende la Biblia en su letra y en su espíritu, y la interioriza y la pone por obra de forma correcta (que no es necesariamente acogiéndose a costumbres y determinada ortodoxia, y por tanto inflexible, en su sentido popular, no etimológico); es decir, con HUMANIDAD, EMPATÍA y SENSATEZ, como el Hijo del Hombre trataba a los demás. 

     Nuestro modelo de buen ciudadano es el Señor Jesús, quien era un gran conocedor de las Escrituras y la usaba de forma adecuada. Al diablo, cuando lo tentó tras cuarenta días de ayuno, le rebatía especialmente con Deuteronomio (y el propio Satanás, para tentar, las usó también, esto da mucho que pensar). Quiero decir, el estudio de la Biblia es muy importante, es nuestro alimento espiritual. Gran parte de mi devocional diario consiste en acercarme a ella y extraer enseñanzas prácticas. Pero esa frase categórica de Jefferson no la puedo entender tal cual. Nos hará mejores padres siempre y cuando tengamos conciencia de qué es ser padre, tengamos como referencia a nuestro propio Padre, cómo nos ama, lo misericordioso y comprensivo que es con nosotros, cómo se preocupa y cómo nos disciplina siempre para que aprendamos, rectifiquemos para nuestro propio bien y conveniencia, CON AMOR, en definitiva, para que seamos mejores, que es lo que uno desea para sus propios hijos, y no para aplicar sobre ellos moldes que a la larga van a hacer que se alejen del Señor. Cuántos padres manejan la Palabra, estudian la Biblia, y tratan de meter en la cabeza de sus hijos sus propias ideas basadas en sus convicciones y su propia personalidad y tendencias que no tienen por qué coincidir con las de sus hijos, y al final éstos no quieren saber nada de lo que sus padres les quisieron imponer, asociándolo por condicionamiento a la Biblia, en la que sus padres basaban sus aseveraciones categóricas, rechazando así al propio Jesús.

     Y bueno, lo de mejores esposos es lo que peor veo. Yo creo que nos hará mejores esposos si atendemos muy especialmente al Cantar de los Cantares, igual que mejores ciudadanos, amigos, personas, si atendemos mucho, además de al ejemplo de Jesús, al libro del sufriente Job, cómo tres, al final cuatro, personas muy conocedoras, no de las Escrituras por no existir aún, pero sí de la teología ortodoxa, de grandes verdades acerca de Dios a las que, descontextualizadas, diríamos (y muchos dicen) amén. Pero la falta de condolencia, conmiseración y consuelo real, más que condena y llamadas a un arrepentimiento por pecados no cometidos de Elifaz, Bildad y Zofar, y al final Eliú, hacia el ser humano ante el que se encontraban, invalidó todo ese conocimiento tan mal aplicado, involuntariamente proyectado con fines diabólicos para terminar de destruirle. Cercanía, consuelo, amor, era lo que necesitaba Job de sus amigos, y con el manejo de principios y verdades sobre Dios no hicieron más que añadir sufrimiento y dolor a un ya extremadamente atormentado Job. ¿Fueron mejores ciudadanos estos respetables cuatro nobles varones? Desde luego, Dios no lo vio así cuando tuvieron al final que arrepentirse los tres primeros de sus palabras lanzadas como saetas sobre su siervo Job. Y, cuidado, ellos pensaban que esas palabras, tan firmes y claras teológicamente, era lo que necesitaba su amigo. Estaban muy equivocados, porque no conocían ni las circunstancias del propio Job, al que habrían hecho bien en escuchar con el corazón en lugar de llevarse las manos a la cabeza por sus expresiones de dolor y frustración al sentir que el propio Jehová le había abandonado, ni tampoco conocían su carácter, ni la fuente real de sus infortunios, y en definitiva por no darse cuenta de que lo que necesitaba Job eran amigos que estuviesen a su lado, que le acompañasen y le consolasen, en lugar de seres dispuestos a defender a capa y espada la aplicación de moldes que, en su pensamiento, eran lo que sí o sí iban a salvarle y ayudarle. Job no necesitaba, y Dios tampoco quería, que le acribillasen a máximas y principios, por muy rectos y de Dios que nos parezcan. Bueno, pues para ser buenos esposos yo no sé si Thomas Jefferson tenía en mente el Cantar de los Cantares con toda su libertad de expresión de sentimientos, toda su autenticidad emotiva tan lejana de principios y normas, todo su erotismo y pasión, y la entrega del esposo a la esposa y la esposa al esposo, que se les llama así, o más bien del hombre a la mujer y la mujer al hombre, de la pareja de enamorados. Somos mejores ciudadanos, somos mejores personas, pues por supuesto tendremos que ser mejores esposos, ¡tendremos que ser mejores todo! Cierto que en la Palabra se dan, en el Nuevo Testamento, especialmente en epístolas de Pablo, determinadas normas que, como todas las normas, no deberían tomarse sin excepción y de aplicación inflexible para toda persona, circunstancia y momento, sobre las obligaciones del marido y las obligaciones de la mujer, las obligaciones de los hijos y las obligaciones de los padres. Nos sirven de guía, por supuesto, pero no olvidemos que se deben aplicar con amor y humanidad, en base a los argumentos del principio, de una Ley Superior, la del Amor, tal y como se aplican las leyes en derecho. 

     Entonces, ese sesgo conservador que observo en Thomas Jefferson, quien no es de nuestro siglo ni mucho menos, no me gusta, no me parece, pero en general sí tiene razón: una persona que es temerosa de Dios y que estudia la Palabra, y que le busca, entre otras cosas, a través de su Palabra, pues por fuerza ha de ser mejor ciudadano, mejor padre y mejor esposo, y mejor todo: mejor profesional, mejor amigo, mejor hermano, ...



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Texto: José Alfonso Bolaños Luque











DESPUÉS DE TANTO TIEMPO, SUBO A MI APOSENTO ALTO...

REFLEXIONES, MEDITACIONES Y ORACIONES TRAÍDOS DE UN PASADO PRÓXIMO, ENCAMINADO A UN PRESENTE FUTURO (I)




INTRODUCCIÓN


Después de tanto tiempo, subo a mi aposento alto. Me refiero a este, al de este blog. Al más íntimo, no he dejado de subir, ¡nunca he subido tanto!, como en estos dos últimos años.

     Vengo hoy a dejar constancia de algunas reflexiones, meditaciones y oraciones, a veces un tanto modificadas, de hace dos años, de 2018, un extracto de mi libreta roja de emergencia de aquel año difícil y a un tiempo fructífero, por tantas cosas... No lo hago con idea de aferrarme al pasado; al contrario, he decidido no mirar esa libreta más. Mi idea es cerrar definitivamente el pasado (en este cuaderno ya se ve que lo hacía), para encaminarme con decisión hacia lo que me está preparado en base a mi propio presente. Todo en relación a un refugio seguro al que acudí en tiempos de tormenta y una confianza firme; a un proceso de restauración que, creo, está terminado, con capítulos siguientes que me era imposible siquiera intuir en aquel entonces pero que el Señor me tenía reservado para mi sorpresa actual y futura. Él me demostró entonces cómo actúa por fases, paso a paso, en los que confían en Él, y me lo demuestra ahora: y quedo expectante en ver cómo Él termina los procesos que ha iniciado - en mí y en otras personas; alguna que entonces no conocía.

     Aunque muy personales, espero que sirvan de algún provecho a aquellos que, entrando en mi aposento, quieran tomar de aquí.

REFLEXIÓN: EL QUE HE DE SER

(texto base de 05/06/2018, con modificaciones al presente y añadidos de otras partes del cuaderno rojo)




Si pierdes tu cielo, perderás también tu tierra 
(Sra. de Cowman, en Manantiales en el desierto, II, de 18 de junio)

Los que los creyentes venimos en llamar, no sé ahora si acertadamente, "gente del mundo" (1) viven, obviamente, sin Cristo y desarrollan sus vidas sin tenerle en cuenta: perogrullada. Lo necesitan para ser salvos, para reconciliarse con Dios, para albergar al Espíritu Santo y... ¡renacer! Cuando observo estas necesidades, entonces me doy cuenta de lo privilegiado que soy. Pero ellos, claro, mientras tanto, viven sus vidas y tienen sus esquemas de valores. Y se desarrollan como personas, unos de una manera, otros de otra. Y los hay que prosperan: que son honestos, que son buenos padres, que saben mucho, que se divierten de verdad, que disfrutan (de cosas sencillas, de cosas elaboradas o de perversiones), que tienen claras las ideas, que viajan, que tienen don de gentes, simpatía, amabilidad, carácter, que son simpáticos, que practican muy bien el sexo, que ven las cosas claras, … Por supuesto, gente razonable, sensata, coherente, sencilla, … en base a sus valores, como los hay deprimidos, caóticos y que van a la deriva. Personas que observo con unas virtudes que yo no tengo .
     Los que hemos creído en Cristo hemos nacido de nuevo, y vivimos una vida nueva, con la vista puesta arriba y siguiendo las huellas de Jesús. Y, por supuesto, nuestro sistema de valores se basa en Él. Somos transformados y nuestro entendimiento debe renovarse. Pero eso no significa que nuestro desarrollo en el resto de áreas se anule o quede disminuido con respecto a "los del mundo". ¡En absoluto! Nosotros también nos deprimimos, perdemos los nervios o somos aburridos de solemnidad como podemos ser, igualmente, tranquilos, divertidos, inteligentes, etc., etc. ¿Cómo que no? ¿Por qué no? Siempre con la vista en ser obedientes a Cristo: todo me es lícito, aunque no todo me conviene (1 Co. 10: 23). Podemos disfrutar (¡y con agradecimiento!), opinar, competir, ...
     Tal vez el problema pueda ser la doblez, el doble ánimo, la contradicción interna: DISOCIAR. Puede que nos sintamos indignos y demos por imposible servir a Dios, y serle agradables, y entonces ese pensamiento unido a cierto pesimismo o falta de autoestima nos incapacite en doble sentido: en verdaderamente servirle y desarrollarnos espiritualmente en libertad, agobiados por este pensamiento, y por otro lado, en que todas nuestras potencialidades (de disfrutar, de hacer, de saber, de ser) se empaqueten inutilizadas y se queden guardadas cogiendo polvo.
     La amargura, la queja, la frustración consentida machacan: impiden desarrollar de verdad la vida espiritual y el crecimiento personal en todos los ámbitos (corporal, social-relacional, laboral, académico-intelectual, creativo, de pareja, familiar, …), y bloquean: sumergen en debates internos sin solución, ahogan en vasos de agua y en océanos sin horizonte. Y, entonces, ni siquiera sabes lo que quieres.
     ¿Quién eres? ¿Quién soy? ¿Y quién puedo llegar a ser? Porque el hecho de que me aferre fuertemente al Señor no quita que, si como mal, engordo; que, si no practico con mi bajo eléctrico, toco mal; que, si descuido mi profesión, iré mal en mi trabajo. Pero al mismo tiempo, esto está claro: que me es imposible desarrollarme como persona EN PLENITUD sin Él, sin tenerlo en cuenta, sin ser minuto a minuto cristiano, hijo de Dios, porque es lo que soy, y lo soy desde hace tanto tiempo...
     Dios es mi Padre y solo quiere lo mejor para mí. Suscribo las ideas de Siegel y Bryson desarrolladas en El cerebro del niño de que hay que mantenerse en la corriente del río de la vida sin encallar, ni en la orilla del caos, ni en la de la rigidez. Y creo firmemente que mi Padre no me quiere pecando y haciendo las cosas solamente a mi manera, pero tampoco quiere que me paralice y se escape el tiempo y la vida entre mis dedos. Tengo que ser un mejor Alfonso, el mejor Alfonso, sin contradicciones, ambigüedades y dudas. Y eso solo es posible con Él, pues Él es lo más importante. Los otros, "los de fuera", se desarrollan muy bien sin Él, estando necesitados de Él. Yo no. Yo no puedo. Porque si lo intentase, ese no sería yo. Y si he de "negarme a mí mismo", lo haré para seguir a Cristo, no para dejarlo de hacer.
     Como conclusión: SOLO PUEDO SER EL QUE HE DE SER CON CRISTO, solo puedo ser un (el) mejor Alfonso en todas las facetas de mi vida con Él, no aparte de Él. Es imposible otra cosa. Todas las facetas de mi vida pueden cambiar, más pronto que tarde, e interconectándose, puedo abandonar muy malos hábitos, puedo despertarme y desarrollarme como persona, pero solo en Cristo. Sin ninguna contradicción con Él. Dejando que Él enseñoree y controle. Solo encontrando al Alfonso creyente, orante, practicante, obediente y seguidor real de Jesús los demás Alfonso crecerán. Todos integrados, sin que existan dos listas de valores paralelas: uno para el yo cristiano y otro listado para el yo cuando no hace de cristiano. Esa disociación es la que no debe existir. 




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(1) Aunque entre los cristianos evangélicos nos entendemos en nuestra especial jerga, hoy por hoy esta denominación, tal cual, me parece en cierto modo un tanto despectiva o con connotaciones negativas, o al menos una expresión que puede ser malinterpretada. Me refiero a aquellos que no son nacidos de nuevo, que no han dado el paso de aceptar a Jesús como su Salvador y Señor y no han experimentado el nuevo nacimiento y la morada del Espíritu Santo en ellos.

Texto: José Alfonso Bolaños Luque
Imágenes: http://photopin.com/free-photos/