SOBRE UNA CITA DE THOMAS JEFFERSON
Nuestro modelo de buen ciudadano es el Señor Jesús, quien era un gran conocedor de las Escrituras y la usaba de forma adecuada. Al diablo, cuando lo tentó tras cuarenta días de ayuno, le rebatía especialmente con Deuteronomio (y el propio Satanás, para tentar, las usó también, esto da mucho que pensar). Quiero decir, el estudio de la Biblia es muy importante, es nuestro alimento espiritual. Gran parte de mi devocional diario consiste en acercarme a ella y extraer enseñanzas prácticas. Pero esa frase categórica de Jefferson no la puedo entender tal cual. Nos hará mejores padres siempre y cuando tengamos conciencia de qué es ser padre, tengamos como referencia a nuestro propio Padre, cómo nos ama, lo misericordioso y comprensivo que es con nosotros, cómo se preocupa y cómo nos disciplina siempre para que aprendamos, rectifiquemos para nuestro propio bien y conveniencia, CON AMOR, en definitiva, para que seamos mejores, que es lo que uno desea para sus propios hijos, y no para aplicar sobre ellos moldes que a la larga van a hacer que se alejen del Señor. Cuántos padres manejan la Palabra, estudian la Biblia, y tratan de meter en la cabeza de sus hijos sus propias ideas basadas en sus convicciones y su propia personalidad y tendencias que no tienen por qué coincidir con las de sus hijos, y al final éstos no quieren saber nada de lo que sus padres les quisieron imponer, asociándolo por condicionamiento a la Biblia, en la que sus padres basaban sus aseveraciones categóricas, rechazando así al propio Jesús.
Y bueno, lo de mejores esposos es lo que peor veo. Yo creo que nos hará mejores esposos si atendemos muy especialmente al Cantar de los Cantares, igual que mejores ciudadanos, amigos, personas, si atendemos mucho, además de al ejemplo de Jesús, al libro del sufriente Job, cómo tres, al final cuatro, personas muy conocedoras, no de las Escrituras por no existir aún, pero sí de la teología ortodoxa, de grandes verdades acerca de Dios a las que, descontextualizadas, diríamos (y muchos dicen) amén. Pero la falta de condolencia, conmiseración y consuelo real, más que condena y llamadas a un arrepentimiento por pecados no cometidos de Elifaz, Bildad y Zofar, y al final Eliú, hacia el ser humano ante el que se encontraban, invalidó todo ese conocimiento tan mal aplicado, involuntariamente proyectado con fines diabólicos para terminar de destruirle. Cercanía, consuelo, amor, era lo que necesitaba Job de sus amigos, y con el manejo de principios y verdades sobre Dios no hicieron más que añadir sufrimiento y dolor a un ya extremadamente atormentado Job. ¿Fueron mejores ciudadanos estos respetables cuatro nobles varones? Desde luego, Dios no lo vio así cuando tuvieron al final que arrepentirse los tres primeros de sus palabras lanzadas como saetas sobre su siervo Job. Y, cuidado, ellos pensaban que esas palabras, tan firmes y claras teológicamente, era lo que necesitaba su amigo. Estaban muy equivocados, porque no conocían ni las circunstancias del propio Job, al que habrían hecho bien en escuchar con el corazón en lugar de llevarse las manos a la cabeza por sus expresiones de dolor y frustración al sentir que el propio Jehová le había abandonado, ni tampoco conocían su carácter, ni la fuente real de sus infortunios, y en definitiva por no darse cuenta de que lo que necesitaba Job eran amigos que estuviesen a su lado, que le acompañasen y le consolasen, en lugar de seres dispuestos a defender a capa y espada la aplicación de moldes que, en su pensamiento, eran lo que sí o sí iban a salvarle y ayudarle. Job no necesitaba, y Dios tampoco quería, que le acribillasen a máximas y principios, por muy rectos y de Dios que nos parezcan. Bueno, pues para ser buenos esposos yo no sé si Thomas Jefferson tenía en mente el Cantar de los Cantares con toda su libertad de expresión de sentimientos, toda su autenticidad emotiva tan lejana de principios y normas, todo su erotismo y pasión, y la entrega del esposo a la esposa y la esposa al esposo, que se les llama así, o más bien del hombre a la mujer y la mujer al hombre, de la pareja de enamorados. Somos mejores ciudadanos, somos mejores personas, pues por supuesto tendremos que ser mejores esposos, ¡tendremos que ser mejores todo! Cierto que en la Palabra se dan, en el Nuevo Testamento, especialmente en epístolas de Pablo, determinadas normas que, como todas las normas, no deberían tomarse sin excepción y de aplicación inflexible para toda persona, circunstancia y momento, sobre las obligaciones del marido y las obligaciones de la mujer, las obligaciones de los hijos y las obligaciones de los padres. Nos sirven de guía, por supuesto, pero no olvidemos que se deben aplicar con amor y humanidad, en base a los argumentos del principio, de una Ley Superior, la del Amor, tal y como se aplican las leyes en derecho.
Entonces, ese sesgo conservador que observo en Thomas Jefferson, quien no es de nuestro siglo ni mucho menos, no me gusta, no me parece, pero en general sí tiene razón: una persona que es temerosa de Dios y que estudia la Palabra, y que le busca, entre otras cosas, a través de su Palabra, pues por fuerza ha de ser mejor ciudadano, mejor padre y mejor esposo, y mejor todo: mejor profesional, mejor amigo, mejor hermano, ...