domingo, 28 de agosto de 2022

ALGUNAS CONSIDERACIONES MÍAS ACERCA DE LA BIBLIA, A VUELAPLUMA, ASÍ SIN MÁS NI MENOS

 

No tengo mucho tiempo, ni quiero tenerlo, para dedicarme a este blog, que desde un principio y siempre será así, es personal, no tiene ninguna pretensión más que el venir yo y concentrarme en estas cosas o reflexionar, un pequeño rato. Jamás es mi intención convencerte de nada sino más bien expresarme; y no te engaño: no propongo ninguna clase de estudio o pre-estudio bíblico ni de ningún tipo. A mí escribir me relaja y me aclara, simplemente es eso.

     ¿Hay imagen más prototípica de un evangélico que con la Biblia en la mano? ¡Qué maravillosa es, la Biblia! La pobre, apenas tiene lectores que se acerquen a ella con tranquilidad y cierta ingenuidad, y es una lástima. Pero es lo que tiene estar etiquetada como texto sagrado y vinculada a una o varias religiones con una trayectoria de influencia social, intelectual, política y familiar muy marcada. E igual pasa con la propia figura de Jesucristo. ¿Por qué no mencionarlo -de hecho, se hace solapadamente más frecuentemente de lo que nos imaginamos-, sin necesidad de ser creyente, como igual se mencionan a otras figuras de gran impacto en la sociedad? Esta propuesta de Augusto Cury era muy interesante: si no crees en su divinidad, no hay nada, no obstante, que impida que te aproveches de sus enseñanzas, como lo haces de las de Buda, Einstein, etc. Pero Él, igual que la Biblia, está muy marcado, ahora como políticamente incorrecto, quedas mal si lo haces, por lo general. La Biblia, de igual modo, está muy marcada: o produce rechazo, como base de una religión que muchos han sentido y sienten como opresiva, limitante, una especie de aparato religioso-legal o excusa de mantenimiento de diversos sistemas políticos y tendencias, imposición de normas de comportamiento y sumisión, etc., o se considera un libro sagrado, fuente de revelación y luz, que debe llegar a todos, muy mal leída por muchos, por otro lado. Es un libro complicado de leer, por otra parte, eso es verdad, por su antigüedad y porque no es realmente un libro, sino un conjunto de libros seleccionados por diversos comités de expertos, tan humanos como tú y yo, que se han estado dando el relevo a lo largo de los siglos, no sólo para determinar cuáles de ellos entran en esta selección (el canon), lo que le permite una supervivencia increíble, ¡cuántos no se han perdido a lo largo de esos siglos por no haber entrado aquí!, cuando el manuscrito más antiguo de todos ellos dista mucho de su redacción original, es la copia de la copia de la copia de la copia que hemos podido conservar, y lo hemos hecho porque un sistema religioso basado en lo sagrado del texto se ha encargado escrupulosamente de mantener, al ser vital a nivel religioso y espiritual dicha conservación, decía, no sólo para determinar qué libros entran en el canon y cuáles no, sino asimismo para cotejar manuscritos y determinar el texto más limpio, para interpretar sentidos y enfoques y para decidir qué impacto tiene sobre nosotros en, atención a los temas, la naturaleza y carácter de Dios, las esferas espirituales, la concepción del mundo y del ser humano, las relaciones con Él y entre nosotros, y al final lo acaba inundando todo en esa línea que marcan los expertos si te convences, crees o te dejas llevar por ella, si no la lees como lectura simple, sino con fe y esperando encontrar en ella revelación e iluminación. Lo bueno de esto, a mi entender, es que se trata de un texto flexible, pocas veces da una idea excesivamente rígida que se mantenga a lo largo del tiempo, necesitas pensar sobre ella, pedir por lo que te enseña, conectarte espiritualmente en cierta sintonía, eso si eres de los que leen con inquietud y ganas de aprender de ella, y no de los que se conforman con que otro te diga qué es lo que se supone que dice y cómo tienes que actuar, valorar, decidir, pensar, sentir, en base a su estudio personal, él te dará manojos de versículos y citas que parecen acreditar su tesis casi infalible o sin casi, aunque en el fondo los ha buscado ex profeso para decirte lo que quiere decirte, que no es idea suya en realidad, viene de muy atrás, y de lecturas e interpretaciones de otros que a su vez lo tomaron de otros, y de un sistema; pero la mayoría son sinceros, muchos tienen  clarividencia y les pasa lo que yo decía, que es lo sorprendente de la Biblia, que en un fragmento que se han leído mil veces a la que hace mil uno descubren algo nuevo y el entusiasmo intelectual y espiritual de esa revelación no tiene nombre, es dichosa al máximo. Porque no es un texto fácil, aunque lo puedes leer con facilidad en ciertos tramos si quieres, tiene capas de profundidad progresiva (no toda, pero gran parte), en la que puedes meditar y alcanzar, y esa progresión que ves en ti provoca un gozo extremo y, obviamente, lo quieres compartir. Eso te pasará aunque no seas creyente, simplemente un lector que se ha quitado barreras mentales y tiene curiosidad; sin necesidad de considerarlo un texto sagrado pero sí con buen ánimo y ciertas ganas de aprender y de acercarte al texto, como harías, si eres lector, con textos similares de otras culturas. No es un texto fácil por muchísimos motivos. Aun suponiendo que le quitamos costras y costras de las que la historia y los sistemas religiosos le han ido envolviendo, presenta dificultades, si te lo tomas un poco en serio. El tiempo y la antigüedad es una. Los textos son de diversas épocas en zonas muy concretas del mundo, en sociedades articuladas distintas y muy ajenas a la nuestra, con códigos y pautas que aún no entendemos del todo, y escritas en idiomas que deben traducirse lo más rectamente posible, lo más ajustado a lo que en el fondo dicen, y eso es complicado. Porque además los expertos que lo hacen ya traen consigo un interés más que intelectual, traen sus creencias y valores, que supuestamente vienen de ese mismo texto, es complicado. Yo ahí ya no sigo, no soy experto, y no quiero. 

      Otro motivo es saber ver qué es en realidad, y cuesta mucho. Cuesta mucho contemplarla como una biblioteca, y no un libro unitario, a pesar de que su propio nombre ya te lo avisa: "Libros" se llama este libro, selección de obras. Y aquí me paro, porque es de esto de lo que quiero hablar hoy, con la mala sensación de que tal vez no consiga expresar bien lo que quiero. Lo voy a intentar. Lo hago ya como evangélico pensando en lectores evangélicos, por no alargar demasiado ni enredarme mucho.

      Una de las grandes "maravillas", por no llamar milagro, que nos llena de muchísima satisfacción a los creyentes de este libro es reflexionar en el hecho de que, siendo tantos libros los que componen la Biblia, de épocas tan distintas y con autores tan diferentes, desde reyes hasta humildes pescadores galileos, la Biblia presenta una unicidad, una línea temática y doctrinal, que la cohesiona de una forma extraordinaria. Pero esto no es más que pura tautología, es una pescadilla que se muerde la cola. Y eso pasa porque se nos olvida que se trata de una selección, que fuera de ella han quedado muchos otros escritos bajo la mirada muy ortodoxa y estricta de expertísimos de la pureza que se quiere conservar. Y, además, tampoco es cierto, al menos no al cien por cien. De ahí que Lutero quisiera desterrar del canon la Epístola de Santiago, porque a él no le cuadraba con la línea que él creía que debía tener la Biblia: ese hombre, Santiago, hablaba con demasiada autoridad de las obras, cuando en otras epístolas es la gracia y la fe las que se imponen, por obras no se alcanza la salvación, y ese era un punto muy importante para un protestantismo que se oponía frontalmente a un catolicismo que hipotecaba tu cielo a tus obras, al parecer. Le sobraba Santiago. Pero Santiago ha quedado, y ahora hay que rebanarse los sesos para hacer concordar sus enseñanzas e instrucciones con otras, especialmente de Pablo, y encajarlo en la doctrina común, depende de qué doctrina: en nuestro caso, la salvación es por fe, por supuesto, y no puede ser de otro modo, si no, ¿para qué vino Cristo?, y no en el cumplimiento imposible de una Ley imperfecta que aumenta en exigencias siglo a siglo, la gracia, la libertad, ¡qué mal se lee Gálatas 5, del que solamente se suele tener en cuenta su segunda mitad, y vista con ojos de legalista!, pues esa doctrina hay que encajarla con lo que dice Santiago, que también es Biblia, y ahí viene para nosotros que, aunque la salvación es por fe, se ve reflejada en las obras. Está muy bien, a mí también me parece así. Pero el malabarismo... ¡Cuántos malabarismos de encaje son necesarios! Es difícil leer la Biblia, necesitamos intérpretes, como el etíope.

     Aparte de ser de una belleza a descubrir vez tras vez, hay en el Antiguo Testamento algunos libros que incomodan a muchos, que apenas los leen y toman de aquí y allá sus versículos para sus mensajes cuando lo creen oportuno, pero les cuesta, les cuesta, y no he de negar que son mis favoritos, a decir verdad. El grandioso libro de Job, parece ser que el más antiguo, premosaico, con conexiones con textos mesopotámicos, es muy revelador, pero les parece difícil a casi todos una vez que llegan a los discursos y diálogos, pasan de puntillas y se creen lo que les diga el teólogo o pastor, o pastorcito, de turno, lo que cuadre más con el sistema de valores preestablecido. El libro de Ester da mucho que pensar. Rut es delicioso. Y el Cantar es romántico, erótico, más que delicioso, jugoso, hay que tener mucha sensibilidad poética para que vibre contigo, se soslayan, se disfrazan, se retocan, ¡qué impiedad con ellos, qué falta de respeto! Ni te cuento el Eclesiastés. Ese también lo escribió el hombre más sabio del mundo, y de los más mujeriegos, tal vez más que el Genji, mucho más que su padre. Los Proverbios nos vienen muy bien, el Eclesiastés es durillo, como un polvorón para algunos, porque se acercan a él con las gafas de "voy a leer la Biblia", no "voy a leer el Eclesiastés", y sus verdades como puños en el estómago, que a poco que mires el mundo y la realidad verás que no andan nada desacertadas, ¡chocan tanto con nuestra burbuja de verdades creadas!

      Si Dios, en su omnisciencia, nos hubiera querido dar un libro donde se explicasen, a nuestro nivel, claro, para que lo entendamos, porque somos finitos y no podríamos abarcar tanto, como a un niño de 1º ESO no le das uno de 2º de Bachillerato, las verdades acerca de Él, nosotros, el mundo físico, el mundo espiritual, qué es ser hombre, qué mujer, etc., nos habría proporcionado un texto expositivo, como los libros de texto del cole, con ejercicios. Si lo que quisiera fuera darnos un manual de instrucciones de cómo comportarnos, sentir y ser, no cada uno individualmente, sino todos sin excepción, y un aparato legal de normas a cumplir, con premios y castigos, nos habría dado un texto instructivo, como las instrucciones de un electrodoméstico, o una legislación para la Humanidad. Y si quisiera persuadirnos o convencernos, Su texto sería argumentativo. Y aunque de eso hay un poco aquí y allá en lo que llamamos Biblia, la verdad es que lo que Él ha hecho llegar a nuestras manos es especialmente narrativo (se cuentan acontecimientos del pasado), poético y lírico (verdaderas joyas), descriptivo, dialogado, premonitorio de una época hacia otra (profético), únelo a lo primero, si consideras que la Biblia es solo una y es sagrada, y dime a ver qué tenemos en las manos, desde el punto de vista espiritual y de fe. Los evangélicos la llamamos la Palabra, Palabra de Dios, toda ella, sin diferenciar en ella las palabras de Dios que aparecen de las que no, porque todo el texto es para nosotros sagrado, de pe a pa. Y, sin embargo, no parece un libro para leerse así. La Palabra en la Biblia suele ser la Ley, al parecer, cuando se habla de las Escrituras la referencia es a la Ley de Moisés. "Toda la escritura es inspirada por Dios", ¿a qué se refiere? Tengo la impresión de que hemos construido un mito acerca de la Biblia y su imagen proyectada, sacralizando el libro en sí mismo, más que como un instrumento. De ser así, tenemos problemas muy serios. Ya lo dije, no dispongo de tiempo, pero podría mencionar a vuelapluma algunos de momento, y son serios, serísimos desde esta perspectiva. Por ejemplo, el qué sí y qué no. Para nosotros es muy fácil concluir que Dios desaprueba la esclavitud por mucho que en Deuteronomio el mismo Dios dé instrucciones acerca de ellos (claro, pero es que en esa época los había y Dios estaba haciendo de su pueblo el más benévolo de entre los que tenía alrededor, regulando y aliviando la tremenda carga de estas personas, a las que obviamente también amaba, aunque las otras culturas de alrededor también iban haciendo lo mismo, cada una a su modo), para nosotros ese pasaje de Deuteronomio no tiene vigencia, aunque se encuentre en la Biblia; e igual, digamos, pasa con la poligamia, es que había que repoblar la Tierra (que ahora está superpoblada, tal vez sea más santo usar preservativo que no, más cristiano ahora, la orden de llenar el Planeta de seres humanos está cumplida, ¿no te parece?, esta idea no es mía, es de Fasold), eso de la poligamia Dios lo toleraba pero nosotros no creemos más que eso, nos hemos construido esta historia: que Dios no lo veía bien, como la esclavitud, pero que lo toleraba porque era cuestión de la época, era costumbre en ese allí y entonces, y al menos intervenía para que, dentro del marco legal humano que regulaba el matrimonio entonces (con varias) hubiese el menor perjuicio posible, toda esa historia nos hemos inventado, para poder ver que Jacob no está en el infierno por ser polígamo pero tú sí si lo eres, o al menos tendrás castigo o algo así, y ese es el problema de la extensión del Evangelio en Senegal, uno de los problemas, y las pobrecitas esposas de pastores allí, al estar solas, sin coesposas, cargan sobre su sola espalda el trabajo de cuatro. ¡La poligamia!, ese privilegio de los poderosos, tener concubinas, igual en el Japón de la época Heian que en el palacio de David y Salomón: nota de poder y magnificencia, tener un harén, algo prohibido a los pobres, privilegio de reyes y emperadores, mujeres propiedad, a las que había que tomar si conquistabas, tomar las concubinas de David para sí, usurpado el poder, era lo que había que hacer para demostrar ese poder, igual que cargarse a opositores, en Israel y en cualquier parte. Son dos ejemplos. Es que eso es el contexto. Eso es cultural, histórico. Eso no es stricto sensu "palabra de Dios", no es algo que Dios te diría que hicieras. Obviamente, por supuesto, estoy muy de acuerdo. Pero eso, que vemos claro con nuestra cultura, no otras cosas. ¡Incluso del Deuteronomio las mantenemos, aun sin ser judíos! Eso de la excepción por contexto o cultura, a lo mínimo. Lo del divorcio está entrando poquito a poco, a regañadientes, y porque no queda más remedio, por no decir más huevos (perdón), y aunque es palabra de Dios, la tenemos que enfocar, la tenemos que entender, la tenemos que adaptar, tenemos que ir al original, hay que entender el contexto, ... ¿Quién selecciona qué temas sí y qué temas no, para hacer esto? Es normal que haya varias teologías dentro de las iglesias evangélicas, denominaciones, enfoques, líneas doctrinales, incluso opuestas, desde temas que van sobre el fin del mundo o el sexo de los ángeles hasta qué comer o cómo casarte o regular tu comportamiento sexual o tus relaciones familiares. Es muy normal. Porque Dios no nos ha dado un texto expositivo-instructivo-legal-administrativo-argumentativo, así que... Es lo grandioso y maravilloso de la Biblia, para mí, quiere que pienses, que reflexiones, que observes, que busques a Dios con sencillez, en espíritu y en verdad, y no con tantas zarandajas reliadas a partir de una endogamia lectora muy viciada. Vamos, creo yo. Por eso, la perspectiva de algunas Iglesias de Cristo es a las que más cercano me siento ahora, a decir verdad: mejor mirar a Jesús, es lo único que importa, y buscarle a Él. Cuando encuentre lo que decía S. Stuart Park, en sus meditaciones del libro de Job, de cómo saber si algo es palabra de Dios o no, las pondré aquí: son muy sensatas y tienen todo el sentido. El libro de Job... ¡qué bien nos enseña lo mal que puede ser usada la verdad, la misma Palabra de Dios, cuando se pierde de vista la necesidad y el valor humanos, lo que enardece eso al mismo Dios!   

      Yo no quiero llamar a toda la Biblia la Palabra nunca más. No niego que contenga palabra de Dios, pero no que toda ella lo sea, y menos así. Lo de Sola Scriptura estaba muy bien para quitarse de encima cargas y cargas de siglos de tradiciones externas, algunas paganas, otras impuestas por este o aquel, como hacían igual los fariseos, los que mejor conocían las Escrituras, que añadían, y añadían, y añadían... Por ahí, bien. Pero no nos hemos dado cuenta de dos cosas, a mi entender, que me hacen poner en cuestión la otra cara, el reverso, de esta Sola Scriptura: que desde el XVI nosotros también la estamos recubriendo de tendencias, interpretaciones, supersticiones y tradiciones, de un lado, que además muchos quieren conservar, y el concepto acerca de qué es la Escritura y qué significa exactamente que se quede ella sola. La propia Biblia da como citas de autoridad libros que han quedado fuera del canon, como el de Enoc; Enoc no es libro sagrado, pero alguna que otra enseñanza suya sí, al quedar como versículos de autoridad en el canon por mención de otros, que lo consideraban con esa autoridad. La propia Biblia, con esto, con ese Santiago, con ese Eclesiastés, ya te hace pensar bastante acerca de ella misma. Si no lo haces, es porque un punto inamovible de tu fe es que esta Biblia, este canon y no otro, y para más inri en toda su integridad y en algunos en toda su literalidad, como una Ley, es inspirada por Dios y no hay que discutir del tema. Bien, esa es tu fe, ya ahí qué decir... El musulmán honra y reverencia el Corán de igual modo, con sus muchas tendencias a su vez, el Islam, y la otra religión del libro, la más antigua, la hebrea, va a discutir con la tuya mucho acerca de la Palabra y la Ley, pero mucho, no creo que a un ortodoxo judío le haga mucha gracia los añadidos que hemos incorporado, por más que tú te sientas cercano a él y le muestres simpatía y, a veces, te dé el arrebato de creer que eres una especie de neojudío, una continuación de ellos, ahí aprendiendo hebreo bíblico y con cuatro lecciones te crees ya más espiritual, te coge un rabino de ahora y el meneo que te da es supremo, un tremendo reboleo escriturario que me encantaría contemplar, campeón, para reírme, no lo niego, no las vas a ver venir, tanto rollo, nunca mejor dicho.

      

domingo, 14 de agosto de 2022

MI CRISTIANISMO EVANGÉLICO A PARTIR DE AHORA Y HASTA NO SÉ CUÁNDO, ¿CÓMO SABERLO?

 Hoy es domingo y subo, después de tanto tiempo, a mi aposento alto, un lugar con demasiado olor a humedad y a cerrado, habría que airearlo, pero al fin me encuentro aquí. Mi intención es ir a la iglesia, después de tantos meses, pero con el coche con un kit de embrague que debe cambiarse entero, podría ser que no, aún está por ver, es un peligro ir en ese coche. Si al final voy, voy muy distinto a la última vez, a todas mis otras tantas veces.

     Subo al fin para poner en claro y negro sobre blanco cuestiones muy personales y de gran calado y profundidad que tienen que ver con mi fe y su puesta en práctica, y su interiorización. Vienen de largo, de muy largo, ahora me doy cuenta, no son peregrinas ni surgen como las setas, que tampoco lo hacen sin un proceso. Tanto las experiencias personales, muy probadas, las observaciones en otros, de muchos años, el razonamiento con el cerebro, con sus dos hemisferios, y el corazón, dentro y ahora en la mano, como mi vida de fe, nunca ausente, me traen aquí. Es obvio que un terremoto vital como un divorcio indeseado y traumático tiene bastante que ver, pero es de agradecer: como todas las crisis, traen grandes beneficios cuando las superas; como todos los terremotos, dejan, una vez que pasan, en la superficie algunas cosas que estaban bajo tierra. Mi divorcio, este divorcio en particular, ha interactuado muchísimo con mi vida espiritual y cristiana, en muchos sentidos. En primer lugar, y antes de que sucediera, me puso a prueba en muchos aspectos personales, ocultos y atrofiados. El temor de entonces, y el que vino después, la incertidumbre de lo que iba a ser de mí y mis hijas, la pérdida que, especialmente el primer año, creí momentánea de la persona que tanto amaba  y su situación psicológica, personal y espiritual que yo creía ver en ella (percepción muy personal) y otras cuestiones me hicieron volcarme mucho en mi fe tal y como la entendía entonces. No he orado tanto en mi vida como en estos casi cuatro años, ha sido increíble. Practiqué el ayuno con una tristeza de inundación muy sofocante, creía ahogarme día tras día. Leí mucho, no sólo la Biblia, buscando explicación, respuesta y guía, también consuelo y esperanza. Las respuestas, que en boca de algunos, o en sus dedos al escribir, parecían siempre muy claras, no lo eran, no llegaban al punto de la verdad; realmente, nadabas en dudas y suposiciones, en un hilado tan fino que a todas luces se veía muy artificial y queriendo ajustarse a moldes previos de aseveraciones generales, que tenían que aplicarse a todo, a veces era un sinsentido, cuando, además, la ausencia de texto bíblico era notoria, y si no ausencia, escasez, un recurso que había que dosificar y aprovechar como el agua de una cantimplora en el desierto. A lo largo de este tiempo, he podido leer la Biblia de muy diversas formas, en progresión. Y ese tema, al vivirlo, te hace ver ya los demás temas de igual modo, no puedes leer la Biblia igual. Por otra parte, no paraba de encontrar aquí y allá listados de oración de mi ahora ex mujer, de diferentes etapas. ¡Era increíble la falta de amor, por ella, por mí, por lo que fuimos, que llegué a encontrar, y las afirmaciones de lo más peregrinas y ridículas que me tenía que echar en cara, las que más duelen! Esto de la falta de amor, de comprensión, cuya manifestación más terrible es la indiferencia, fue lo peor. Lo de no orar por ella lo entendí desde el punto de vista psicológico: yo afrontaba un duelo, un duelo por una pérdida, orar por ella era contraproducente, acordarse, impedía, yo agradezco ese consejo y agradezco a las dos personas que se ofrecieron a hacerlo por mí, sé que lo hicieron, al igual que agradezco a la persona que se echó a sus espaldas mi petición de atenderla, ella es una mujer amorosa y fiel, comprensiva con la condición humana, lo agradecí en su momento y a día de hoy lo sigo haciendo. Aunque a nivel espiritual, digamos, me parecía incomprensible. Me parecía injusto, además: al fin y al cabo, yo, por ser evangélico de segunda generación, tenía a gente orando por mí, por mí, ella se quedaba sola. Como siempre estuvo, como siempre estuvimos, a decir verdad, solos, en realidad. Porque esto, lo que estoy diciendo ahora y lo que diré después, no viene de ahí, viene de mucho antes. No es de extrañar que ahora yo llegue a decirlo, a dejarlo ya manifiesto. Este será, digamos, mi segundo testimonio. El primero lo di con catorce años en las aguas del bautismo, las del río Tiétar, en Cáceres. Este segundo lo doy aquí, en las aguas de la prueba, ya en calma. 

     Siempre tuve la satisfacción de la conversión de mi ex esposa por mi testimonio. Ella se convirtió, sí, es salva, es hija de Dios, eso es innegable. Y a partir de ahí, la soledad, solos ella y yo. A nadie le importó nada, a decir verdad. Es normal: los más cercanos son de cultura evangélica, no se dan cuenta, le presuponen a ella un bagaje que no tiene. Sin iglesia desde el noviazgo, sin iglesia durante nuestra primera etapa en Extremadura, ni ella ni yo dejamos de orar, de leer, de creer. Ella lo hacía en privado también, ya lo he dicho, todavía salen de aquí y allá sus listados de oración, su Biblia está subrayada, ¡qué puedo decir! Al parecer muy cristianos no se nos veía, eso me dijeron luego, cuando estás débil muchos te dicen lo que les da la gana. Yo los perdono, somos humanos, no puedo poner la mano en el fuego de que yo no haya hecho lo mismo en otras ocasiones; no lo recuerdo, pero no puedo afirmar que no lo haya hecho. Como no se nos veía mucho en la iglesia... Las enfermedades de mis bebés, mi impericia con el coche, todas esas cosas no se ven. Los problemas internos que afrontábamos no se podían saber ni yo los voy a revelar. Lo que esperábamos encontrar allí y nunca se nos dio tampoco lo digo, que no parezca esto ahora una rabieta, que es peor. Pues ojalá no hubiésemos sido tan cristianos, al menos habríamos disfrutado más y mucho mejor de tantas cosas tan buenas sin paranoias ni historias, sin expectativas de lo que no había ni hay. Ahora lo contemplo todo, ¡y hay tantos filtros y tantas contradicciones, tantas, tanto forzado!

     Y después, de no ser por mi tremenda necesidad de orar por una mujer, que era prácticamente lo único que yo podía hacer, yo lo habría dejado, seguramente desesperanzado. Pero, claro, para orar con fe tienes que creer en un Dios vivo, si no... Y eso me salvó, por los pelos, me salvó: mi necesidad de arrodillarme día tras día con listados inmensos por ella, por mis hijas, por las situaciones angustiantes, eran dos libretas, yo oraba con dos libretas delante, tachaba las peticiones contestadas, las no contestadas, ..., meses así, hasta febrero de este año. En febrero de este año, no solamente no he vuelto más a la iglesia tan amable, de verdad, y amorosa que nos acogió y me acoge, dejé de orar, salvo por dos o tres peticiones por enfermedad, muy puntual. Pasé de estar entre dos y tres horas diarias, más bien nocturnas, así, a nada, a nada de nada. Cuando llegó la calma, y la solución parcial y progresiva de los mil frentes abiertos, agradecí y cesé. Y he descansado.

     Esta es solamente una introducción. Ahora voy al tema que realmente me interesa. Creo que va a ser algo así como un credo, sólo que en este caso, un credo y un non credo. Personal, claro está, no quiero hacer prosélitos de mí mismo a nadie; personal, por supuesto, sin miedo a equivocarme, seguro que me equivoco en muchas cosas, como todos lo hacéis, si solamente lo que quiero es revelar lo que hay en mí, tal vez como una forma de aclararme y sincerarme a un tiempo. La verdad, los convertidos de segunda generación o más, no los pescados directamente del mundo, tenemos ventajas e inconvenientes, para según qué cosas, y salvando las distancias, podemos ser como los judíos, que los hay incluso ateos pero no dejan de ser judíos, y no solamente por sangre, sino por cultura. No hablo aquí de Cristo. Ni siquiera de cristianismo. Hablo del apellido, "evangélico". Voy a reflexionar sobre el cristianismo evangélico, tal y como veo que me afecta, y en el punto en que está en mí en este momento. Tampoco quiero trazar aquí su historia como parte del protestantismo que es, no es el tema; los evangélicos son (somos) una rama del protestantismo, imagino que la mayoritaria ahora si descartamos a los anglicanos, no sé cómo andará esa proporción, o si ya "evangélico" se usa como sinónimo de protestante, en realidad me da igual. Y los protestantes son una escisión de la iglesia católica, en términos históricos hablo, de ahí sale, literalmente, se salen, protestando de muchas cosas. Pero ya digo, eso no es de mi interés aquí.

      Para mí, ser evangélico implica, o implicaba, varias cosas. Se interrelacionan pero se pueden separar. Entre otras, las tres en que me focalizo: doctrina fundamental, cultura y práctica eclesial, y de comportamiento y de valores.

     Yo la doctrina fundamental la creo como la creí desde el principio. Y esa es la realmente importante, lo demás parecen añadidos a su lado. Esa doctrina fundamental se puede sustanciar aún más a lo que C. S. Lewis llamaba mero cristianismo, pero bueno, la doctrina fundamental que predican las iglesias evangélicas es en la que creo. Un Dios uno y trino, Jesús divino y humano, la salvación por Él, por su sacrificio en la cruz y su resurrección, en la que creo. Creo. Será bastante absurdo venirme, tras leerte todo el artículo, como a reprenderme o reevangelizarme con versículos que ya me sé de memoria y con discursos que conozco desde pequeño, tal vez bastante mejor que tú. Tienes mucho mundo al que evangelizar, no pierdas tiempo conmigo. Ya he dicho que creo, y soy salvo, no tienes que preocuparte por mí. Y soy viejo ya para esto; yo estoy muy convencido de que voy al cielo, pero si resulta que ahora voy de cabeza al infierno, te digo algo: eso ya es cosa mía. Tal vez sí debieras preocuparte por ti mismo si te viene esa tentación, de acercarte a mí con ciertas palabras, tan callado todo este tiempo cuando bien que necesitaba otras, o que necesitábamos otras, depende, llamar fatuo a un hermano trae condenación, como bien sabes, teme y ten cuidado, cuida tu salvación, hermano, y despreocúpate, que de la mía ya me hago cargo yo. Si eres evangélico sabes de qué te hablo y sus versículos de referencia. No admito esos desplantes ya, de nadie. Yo también lo sé hacer, y me parece terrible. 

     De la cultura evangélica no me puedo sustraer, es la mía. Es como lo de ese judío ateo del que hablaba antes. Yo he sido criado así, y de forma muy abierta, he de decir, no tengo derecho a quejarme. A diferencia de otros, a mí nunca me ha impedido conocer y entender el mundo, ni lecturas, ni música, ni nada así, como sí sé que sucede en otros hogares. Ahí, la verdad, sí que estoy bien agradecido. Para mí, mi infancia es excepcionalmente buena, la repetiría una y mil veces, siempre que naciera si existiera la reencarnación. No hay nada de opresión y represión ahí, en mi caso, también seguramente porque al estar aislados en un pueblo extremeño tantos años, siendo prácticamente los únicos evangélicos no gitanos, que van y se reúnen aparte, pues puede ser que me haya librado de presiones tontas, no lo sé, eso tenía sus ventajas y también muchos inconvenientes del otro lado. Si algo me ha lastrado, me ha impedido o me ha hecho daño de la cultura evangélica, será más bien porque yo me lo he impuesto a mí mismo, nada más. No habría más culpable que yo mismo, y, de otra parte, y siendo justos, más veo ventajas que inconvenientes ahí, sobre todo en los primeros años de vida, los de formación, al menos la que a mí me ha sido transmitida, ya digo, mi hogar y mi familia extensa nada tienen que ver con el imaginario popular, de ese predicador de patatas McCain. Aunque los hay, no vamos a mentir, pero yo creo que en España, en el cómputo global, tienen que ser minoría. Bueno, a día de hoy, espero recuperar pronto con cualquier interlocutor mi lenguaje laico, es decir, normal, natural, el que siempre he tenido hasta mi crisis.

     Lo último de lo que quería hablar de ser evangélico, que no cristiano a secas, lo que he llamado vida eclesial (y ahí sí que influye mucho la denominación de tu iglesia, y las personas que están, tengan cargos, perdón, ministerios o no, y su línea), la de comportamiento (lo que se viene a llamar alegremente "vida cristiana" o "andar en los caminos del Señor") y de valores, yo de ahí me aparto, me aparto entendido como un bloque, un conjunto de normas y pautas todas dadas en conjunto. Eso significa que no me aparto de muchas, sino de todas dadas en bloque. Es por ello que últimamente digo que soy un cristiano evangélico no ortodoxo: eso me lo he inventado yo, no he tenido mejor manera de expresarlo. Y a partir de ahora, y mientras no las pruebe una por una, y mi tiempo me va a llevar, las desecho, como mínimo se quedan en stand by. Tengo 46 años y no estoy para bobadas, ni para mentiras, ni cargas, ni estupideces que me impidan desarrollarme o ver bien el horizonte. Lo siento, pienso así. Los motivos los puedo desarrollar, me costaría mucho tiempo. En la base está el concepto acerca de la Biblia, las tradiciones arrastradas de morales laicas que imperaban en otra época y se dan por sacras, las malas lecturas de la Biblia, la mala traducción o interpretación de determinados pasajes, la imposición grupal, los callejones sin salida a los que se llega y no se quieren resolver, las cargas tipo fariseo que se imponen a los demás o a uno mismo, el legalismo, las paradojas, las inercias, buenas o malas, la falta de lectura del espíritu más que de la letra, las cegueras voluntarias, lo que se da por bíblico que no aparece en la Biblia por ninguna parte, y más asuntos así.


Dicho queda, quiero descansar.