Hoy es domingo y subo, después de tanto tiempo, a mi aposento alto, un lugar con demasiado olor a humedad y a cerrado, habría que airearlo, pero al fin me encuentro aquí. Mi intención es ir a la iglesia, después de tantos meses, pero con el coche con un kit de embrague que debe cambiarse entero, podría ser que no, aún está por ver, es un peligro ir en ese coche. Si al final voy, voy muy distinto a la última vez, a todas mis otras tantas veces.
Subo al fin para poner en claro y negro sobre blanco cuestiones muy personales y de gran calado y profundidad que tienen que ver con mi fe y su puesta en práctica, y su interiorización. Vienen de largo, de muy largo, ahora me doy cuenta, no son peregrinas ni surgen como las setas, que tampoco lo hacen sin un proceso. Tanto las experiencias personales, muy probadas, las observaciones en otros, de muchos años, el razonamiento con el cerebro, con sus dos hemisferios, y el corazón, dentro y ahora en la mano, como mi vida de fe, nunca ausente, me traen aquí. Es obvio que un terremoto vital como un divorcio indeseado y traumático tiene bastante que ver, pero es de agradecer: como todas las crisis, traen grandes beneficios cuando las superas; como todos los terremotos, dejan, una vez que pasan, en la superficie algunas cosas que estaban bajo tierra. Mi divorcio, este divorcio en particular, ha interactuado muchísimo con mi vida espiritual y cristiana, en muchos sentidos. En primer lugar, y antes de que sucediera, me puso a prueba en muchos aspectos personales, ocultos y atrofiados. El temor de entonces, y el que vino después, la incertidumbre de lo que iba a ser de mí y mis hijas, la pérdida que, especialmente el primer año, creí momentánea de la persona que tanto amaba y su situación psicológica, personal y espiritual que yo creía ver en ella (percepción muy personal) y otras cuestiones me hicieron volcarme mucho en mi fe tal y como la entendía entonces. No he orado tanto en mi vida como en estos casi cuatro años, ha sido increíble. Practiqué el ayuno con una tristeza de inundación muy sofocante, creía ahogarme día tras día. Leí mucho, no sólo la Biblia, buscando explicación, respuesta y guía, también consuelo y esperanza. Las respuestas, que en boca de algunos, o en sus dedos al escribir, parecían siempre muy claras, no lo eran, no llegaban al punto de la verdad; realmente, nadabas en dudas y suposiciones, en un hilado tan fino que a todas luces se veía muy artificial y queriendo ajustarse a moldes previos de aseveraciones generales, que tenían que aplicarse a todo, a veces era un sinsentido, cuando, además, la ausencia de texto bíblico era notoria, y si no ausencia, escasez, un recurso que había que dosificar y aprovechar como el agua de una cantimplora en el desierto. A lo largo de este tiempo, he podido leer la Biblia de muy diversas formas, en progresión. Y ese tema, al vivirlo, te hace ver ya los demás temas de igual modo, no puedes leer la Biblia igual. Por otra parte, no paraba de encontrar aquí y allá listados de oración de mi ahora ex mujer, de diferentes etapas. ¡Era increíble la falta de amor, por ella, por mí, por lo que fuimos, que llegué a encontrar, y las afirmaciones de lo más peregrinas y ridículas que me tenía que echar en cara, las que más duelen! Esto de la falta de amor, de comprensión, cuya manifestación más terrible es la indiferencia, fue lo peor. Lo de no orar por ella lo entendí desde el punto de vista psicológico: yo afrontaba un duelo, un duelo por una pérdida, orar por ella era contraproducente, acordarse, impedía, yo agradezco ese consejo y agradezco a las dos personas que se ofrecieron a hacerlo por mí, sé que lo hicieron, al igual que agradezco a la persona que se echó a sus espaldas mi petición de atenderla, ella es una mujer amorosa y fiel, comprensiva con la condición humana, lo agradecí en su momento y a día de hoy lo sigo haciendo. Aunque a nivel espiritual, digamos, me parecía incomprensible. Me parecía injusto, además: al fin y al cabo, yo, por ser evangélico de segunda generación, tenía a gente orando por mí, por mí, ella se quedaba sola. Como siempre estuvo, como siempre estuvimos, a decir verdad, solos, en realidad. Porque esto, lo que estoy diciendo ahora y lo que diré después, no viene de ahí, viene de mucho antes. No es de extrañar que ahora yo llegue a decirlo, a dejarlo ya manifiesto. Este será, digamos, mi segundo testimonio. El primero lo di con catorce años en las aguas del bautismo, las del río Tiétar, en Cáceres. Este segundo lo doy aquí, en las aguas de la prueba, ya en calma.
Siempre tuve la satisfacción de la conversión de mi ex esposa por mi testimonio. Ella se convirtió, sí, es salva, es hija de Dios, eso es innegable. Y a partir de ahí, la soledad, solos ella y yo. A nadie le importó nada, a decir verdad. Es normal: los más cercanos son de cultura evangélica, no se dan cuenta, le presuponen a ella un bagaje que no tiene. Sin iglesia desde el noviazgo, sin iglesia durante nuestra primera etapa en Extremadura, ni ella ni yo dejamos de orar, de leer, de creer. Ella lo hacía en privado también, ya lo he dicho, todavía salen de aquí y allá sus listados de oración, su Biblia está subrayada, ¡qué puedo decir! Al parecer muy cristianos no se nos veía, eso me dijeron luego, cuando estás débil muchos te dicen lo que les da la gana. Yo los perdono, somos humanos, no puedo poner la mano en el fuego de que yo no haya hecho lo mismo en otras ocasiones; no lo recuerdo, pero no puedo afirmar que no lo haya hecho. Como no se nos veía mucho en la iglesia... Las enfermedades de mis bebés, mi impericia con el coche, todas esas cosas no se ven. Los problemas internos que afrontábamos no se podían saber ni yo los voy a revelar. Lo que esperábamos encontrar allí y nunca se nos dio tampoco lo digo, que no parezca esto ahora una rabieta, que es peor. Pues ojalá no hubiésemos sido tan cristianos, al menos habríamos disfrutado más y mucho mejor de tantas cosas tan buenas sin paranoias ni historias, sin expectativas de lo que no había ni hay. Ahora lo contemplo todo, ¡y hay tantos filtros y tantas contradicciones, tantas, tanto forzado!
Y después, de no ser por mi tremenda necesidad de orar por una mujer, que era prácticamente lo único que yo podía hacer, yo lo habría dejado, seguramente desesperanzado. Pero, claro, para orar con fe tienes que creer en un Dios vivo, si no... Y eso me salvó, por los pelos, me salvó: mi necesidad de arrodillarme día tras día con listados inmensos por ella, por mis hijas, por las situaciones angustiantes, eran dos libretas, yo oraba con dos libretas delante, tachaba las peticiones contestadas, las no contestadas, ..., meses así, hasta febrero de este año. En febrero de este año, no solamente no he vuelto más a la iglesia tan amable, de verdad, y amorosa que nos acogió y me acoge, dejé de orar, salvo por dos o tres peticiones por enfermedad, muy puntual. Pasé de estar entre dos y tres horas diarias, más bien nocturnas, así, a nada, a nada de nada. Cuando llegó la calma, y la solución parcial y progresiva de los mil frentes abiertos, agradecí y cesé. Y he descansado.
Esta es solamente una introducción. Ahora voy al tema que realmente me interesa. Creo que va a ser algo así como un credo, sólo que en este caso, un credo y un non credo. Personal, claro está, no quiero hacer prosélitos de mí mismo a nadie; personal, por supuesto, sin miedo a equivocarme, seguro que me equivoco en muchas cosas, como todos lo hacéis, si solamente lo que quiero es revelar lo que hay en mí, tal vez como una forma de aclararme y sincerarme a un tiempo. La verdad, los convertidos de segunda generación o más, no los pescados directamente del mundo, tenemos ventajas e inconvenientes, para según qué cosas, y salvando las distancias, podemos ser como los judíos, que los hay incluso ateos pero no dejan de ser judíos, y no solamente por sangre, sino por cultura. No hablo aquí de Cristo. Ni siquiera de cristianismo. Hablo del apellido, "evangélico". Voy a reflexionar sobre el cristianismo evangélico, tal y como veo que me afecta, y en el punto en que está en mí en este momento. Tampoco quiero trazar aquí su historia como parte del protestantismo que es, no es el tema; los evangélicos son (somos) una rama del protestantismo, imagino que la mayoritaria ahora si descartamos a los anglicanos, no sé cómo andará esa proporción, o si ya "evangélico" se usa como sinónimo de protestante, en realidad me da igual. Y los protestantes son una escisión de la iglesia católica, en términos históricos hablo, de ahí sale, literalmente, se salen, protestando de muchas cosas. Pero ya digo, eso no es de mi interés aquí.
Para mí, ser evangélico implica, o implicaba, varias cosas. Se interrelacionan pero se pueden separar. Entre otras, las tres en que me focalizo: doctrina fundamental, cultura y práctica eclesial, y de comportamiento y de valores.
Yo la doctrina fundamental la creo como la creí desde el principio. Y esa es la realmente importante, lo demás parecen añadidos a su lado. Esa doctrina fundamental se puede sustanciar aún más a lo que C. S. Lewis llamaba mero cristianismo, pero bueno, la doctrina fundamental que predican las iglesias evangélicas es en la que creo. Un Dios uno y trino, Jesús divino y humano, la salvación por Él, por su sacrificio en la cruz y su resurrección, en la que creo. Creo. Será bastante absurdo venirme, tras leerte todo el artículo, como a reprenderme o reevangelizarme con versículos que ya me sé de memoria y con discursos que conozco desde pequeño, tal vez bastante mejor que tú. Tienes mucho mundo al que evangelizar, no pierdas tiempo conmigo. Ya he dicho que creo, y soy salvo, no tienes que preocuparte por mí. Y soy viejo ya para esto; yo estoy muy convencido de que voy al cielo, pero si resulta que ahora voy de cabeza al infierno, te digo algo: eso ya es cosa mía. Tal vez sí debieras preocuparte por ti mismo si te viene esa tentación, de acercarte a mí con ciertas palabras, tan callado todo este tiempo cuando bien que necesitaba otras, o que necesitábamos otras, depende, llamar fatuo a un hermano trae condenación, como bien sabes, teme y ten cuidado, cuida tu salvación, hermano, y despreocúpate, que de la mía ya me hago cargo yo. Si eres evangélico sabes de qué te hablo y sus versículos de referencia. No admito esos desplantes ya, de nadie. Yo también lo sé hacer, y me parece terrible.
De la cultura evangélica no me puedo sustraer, es la mía. Es como lo de ese judío ateo del que hablaba antes. Yo he sido criado así, y de forma muy abierta, he de decir, no tengo derecho a quejarme. A diferencia de otros, a mí nunca me ha impedido conocer y entender el mundo, ni lecturas, ni música, ni nada así, como sí sé que sucede en otros hogares. Ahí, la verdad, sí que estoy bien agradecido. Para mí, mi infancia es excepcionalmente buena, la repetiría una y mil veces, siempre que naciera si existiera la reencarnación. No hay nada de opresión y represión ahí, en mi caso, también seguramente porque al estar aislados en un pueblo extremeño tantos años, siendo prácticamente los únicos evangélicos no gitanos, que van y se reúnen aparte, pues puede ser que me haya librado de presiones tontas, no lo sé, eso tenía sus ventajas y también muchos inconvenientes del otro lado. Si algo me ha lastrado, me ha impedido o me ha hecho daño de la cultura evangélica, será más bien porque yo me lo he impuesto a mí mismo, nada más. No habría más culpable que yo mismo, y, de otra parte, y siendo justos, más veo ventajas que inconvenientes ahí, sobre todo en los primeros años de vida, los de formación, al menos la que a mí me ha sido transmitida, ya digo, mi hogar y mi familia extensa nada tienen que ver con el imaginario popular, de ese predicador de patatas McCain. Aunque los hay, no vamos a mentir, pero yo creo que en España, en el cómputo global, tienen que ser minoría. Bueno, a día de hoy, espero recuperar pronto con cualquier interlocutor mi lenguaje laico, es decir, normal, natural, el que siempre he tenido hasta mi crisis.
Lo último de lo que quería hablar de ser evangélico, que no cristiano a secas, lo que he llamado vida eclesial (y ahí sí que influye mucho la denominación de tu iglesia, y las personas que están, tengan cargos, perdón, ministerios o no, y su línea), la de comportamiento (lo que se viene a llamar alegremente "vida cristiana" o "andar en los caminos del Señor") y de valores, yo de ahí me aparto, me aparto entendido como un bloque, un conjunto de normas y pautas todas dadas en conjunto. Eso significa que no me aparto de muchas, sino de todas dadas en bloque. Es por ello que últimamente digo que soy un cristiano evangélico no ortodoxo: eso me lo he inventado yo, no he tenido mejor manera de expresarlo. Y a partir de ahora, y mientras no las pruebe una por una, y mi tiempo me va a llevar, las desecho, como mínimo se quedan en stand by. Tengo 46 años y no estoy para bobadas, ni para mentiras, ni cargas, ni estupideces que me impidan desarrollarme o ver bien el horizonte. Lo siento, pienso así. Los motivos los puedo desarrollar, me costaría mucho tiempo. En la base está el concepto acerca de la Biblia, las tradiciones arrastradas de morales laicas que imperaban en otra época y se dan por sacras, las malas lecturas de la Biblia, la mala traducción o interpretación de determinados pasajes, la imposición grupal, los callejones sin salida a los que se llega y no se quieren resolver, las cargas tipo fariseo que se imponen a los demás o a uno mismo, el legalismo, las paradojas, las inercias, buenas o malas, la falta de lectura del espíritu más que de la letra, las cegueras voluntarias, lo que se da por bíblico que no aparece en la Biblia por ninguna parte, y más asuntos así.
Dicho queda, quiero descansar.
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