LOS PROTESTANTES ESPAÑOLES TIENEN UN PREMIO LLAMADO UNAMUNO:
¿APROPIACIÓN INDEBIDA O, AL MENOS, IMPROPIA?
Escribo un lunes 10 de abril de 2023, y acabo de ver de
rebote que los protestantes españoles le darán el próximo jueves su premio Unamuno
al alcalde de Sevilla. Y mucho se me ha removido en los adentros. Digo “de
rebote” porque hace bastante tiempo que tomé la saludable postura de alejarme
del circuito protestante, algo que mi salud emocional agradece, se acabó la
contemplación de discusiones con aires de importancia de cuestiones del tipo fariseos
vs. saduceos, donde la supuesta verdad irrevocable y clarísima de unos se
enciende contra la verdad irrevocable y clarísima de otros. Y perdónenme por
hablar tan directo, pero hacerlo así me produce la sensación, seguramente falsa
y sin altura, de hacerlo como lo haría el propio don Miguel de Unamuno. Por lo
menos, espero una cierta semejanza: él no se cortaba y, por cierto, el propio
Jesús tampoco, como sabemos. Siempre he creído ver que en cierto modo un
aspecto que acercaba a Unamuno a Jesús era la falta de hipocresía y la
expresión libre y directa de sus pensamientos, aunque no esté de acuerdo con
algunos de ellos, me refiero a los de Unamuno.
Siempre
fue polémico por eso. No dejaba indiferente a nadie. Es por ello que un poco le
homenajeo así, porque esto de las polémicas y las discusiones, las réplicas y
contrarréplicas, cada año que pasa me repugna más, tanto esfuerzo infructuoso,
un pa na murochocante. Aunque tampoco me gustaría que te dejases llevar
por este juego verbal, no quiero engañar a nadie, no me disgusta tanto, a pesar
de lo que expondré, en última instancia me agrada que, de un modo u otro,
alguien se acuerde de Unamuno y ponga su nombre a sus premios, para mí es muy
especial. Unamuno es parte de mi vida. El descubrimiento de su persona y obra,
tan joven yo, tan protestante yo entonces, me deslumbró y me fascinó, podría
decirse que por él soy profesor de Lengua Castellana y Literatura de
Secundaria. Aunque después derivé por otros lares literarios, no puedo olvidar
la lectura de su teatro con apenas dieciséis años y especialmente lo que me
impactó Niebla.
Y, por
supuesto, no me voy a poner a investigar, no sé qué me pasa últimamente que
tengo cosas mejores que hacer que enredarme en historias que creen ser más que
el bluf vacuo que son. Así que estoy dando por hecho que ese Unamuno del premio
se refiere a don Miguel de Unamuno, el escritor de la Generación del 98 y no el
jugador de un Betis muy remoto, porque yo, aparte de estos dos, no conozco a
más Unamunos.
Bueno,
sigo edulcorando un poco la crítica, si bien con opiniones verdaderas, ya veo
que sin proponérmelo estoy construyendo un texto inductivo: uno es libre de
poner el nombre que quiera a sus premios. Yo lo habría llamado Premio Delibes,
si lo que deseas es asociar tus creencias protestantes a un escritor español de
renombre, El hereje es una buena conexión, pero tampoco sé si ese nombre
ya está cogido por otro. Y, mira, tampoco hay que ser tan purista: los premios Goya
son de cine y no de artes plásticas. Así que, por ahí, nihil obstat. Y
además, normal que protestantes españoles de finales del XX y principios del
XXI admiren a Unamuno, al fin y al cabo expone al vivo lo que se removía en él
acerca de Dios (un tema muy debatido en la filosofía de su época, Dios y su
existencia) y la eternidad y el alma para él eran puntos muy importantes, como
para cualquier cristiano. Y sé que algún hermano en la fe ha hecho un estudio
sobre él, tal vez una tesis, ese detalle no lo recuerdo bien. España tiene,
cada vez más diluido, un trasfondo contrarreformista antiprotestante que hace
que nos gusten autores más moderados, heterodoxos, más sinceros o
individualistas en su fe que grupales: el erasmismo de Cervantes nos encanta
(Monroy ha investigado muy bien la Biblia en su obra) y entendemos hasta cierto
punto bastante bien a San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús, incluso a
fray Luis de León. E igual Antonio Machado, nos cae muy bien, aun siendo masón,
no dejó de sufrir como nosotros la rigidez doctrinal llevada a lo cruel de
cierto catolicismo muy español. Pero ninguno de ellos era protestante; tal vez
se debería llamar a este premio Juan de Valdés o hermanos Valdés,
eso habría estado más en sintonía con las vibraciones de la palabra protestante.
Nunca
me ha gustado ese afán para mí un tanto propagandístico de los pobres, sufridos
y minoritarios protestantes españoles por querer conectar o congraciarse de
algún modo con la generalidad de compatriotas a través de personajes célebres
con débiles vínculos con nosotros, aunque no deje de ser legítimo: esto no es
Holanda ni Alemania, claro, no nos podemos permitir lujos, calvinistas y
pentecostales aquí debemos estar unidos a pesar de las distancias, y nos
queremos convencer de que tanto un Zwinglio como un Lutero nos representan a
todos así sin más, en fin. Pero no me ha
hecho gracia de nunca. Muy atrás me quedan mis lecturas emocionantes de
Unamuno, pero es suficiente para saber que, si queremos ser honestos de verdad,
a él no le haría gracia que un premio protestante llevase su nombre, y
seguramente a un protestante español de su época, ahí escondidito y apenas
mencionado, aunque de soslayo aparezca en La Regenta como aparece,
tampoco le gustaría. No hay más que empezar a leerse su Del sentimiento
trágico de la vida o su En torno al casticismo, te dejo a ti que
averigües a cuál de las dos podría estar refiriéndome, y no pasarás demasiadas
páginas para leerle contra los protestantes en favor del catolicismo que él
mamó desde pequeño. No me parecen bien esas libertades, y menos con Unamuno,
eso es desconocerle, y lo digo sabiendo que mi conocimiento acerca de él no es
lo profundo que me gustaría y desearía. Lo bueno de esto es que sé que, por
redactar este escrito, volveré pronto a sus libros.
Unamuno
plantea muchas cuestiones trascendentes que salen tanto de su mente como de su
corazón, y son íntimas. No deja de planear Schopenhauer por ahí, entre otros
filósofos, recordemos que Unamuno era filósofo de principios del XX. Y lo que
más plantea son dudas existenciales, como no podía ser de otra manera. A veces
parece que le atormenta un tanto el tema de la eternidad, es uno de sus temas,
pone sobre la palestra sus dudas, nada de las seguridades versicularias de los
protestantes. Se debate acerca de la existencia de Dios o no, y lo que esto
último implicaría, vuelve una y otra vez a ponernos delante de los ojos la
inmortalidad del alma y lo fundamental de esa cuestión para el ser humano. Pero
lo hace en duda agónica. En su parte creyente, lo ves cristiano y católico. Tal
vez no ultracatólico, claro, él quiere profundizar, es un debate de su alma, su
San Manuel Bueno, mártir va a molestar mucho a la Iglesia Católica de su
época, pero, oye, cuando los protestantes leemos esa novela, ¿nos la podríamos
imaginar, si la cambiamos un poco, como El reverendo Manuel Bueno, mártir
o El pastor Manuel Bueno, mártir? Intenta imaginarlo por un momento, por
favor, a ver cómo te sienta: pensar que un anciano de tu iglesia o tu pastor te
mantiene en la fe como un placebo para ser feliz en vida terrenal mientras en
el fondo él ni cree en Dios ni nada de nada.
Me
encanta Unamuno. Tiene mucho que aportar todavía a sus lectores, protestantes
incluidos. Pero ni por asomo lo fue ni se acercó. ¿Cristiano? Sí. ¿Conexiones
con la fe evangélica? No te lo niego. Pero, ¿protestante? Ni de broma, sería un
chiste que no haría reír a nadie. Por eso no me gusta el nombre de este premio.
No como el protestante que cada vez menos soy, más bien como lector que admira
intelectual y sentimentalmente a Unamuno. Es una apropiación indebida de su
nombre. Y si no lo es, al menos sí un tanto inapropiada.
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