miércoles, 7 de junio de 2023

YA SÍ, INICIO REFLEXIONES PROFUNDAS

 No me cansaré de repetirlo: esto es un blog personal, lo escribo especialmente para mí. Por eso no me importan demasiado las visitas. Sí, es verdad que al fin y al cabo publico, saber que te pueden leer te puede hacer más creativo o cuidadoso. Pero yo lo que dirimo aquí son mis pensamientos, mi fe y mis propias convicciones.

     Si me he estado enredando últimamente con la Biblia es porque fue uno de los puntos que me hicieron declararme en su momento cristiano evangélico heterodoxo y renunciar a un sistema de creencias de inercia y valores argumentando que había varios motivos para ello, tras una experiencia personal más que comentada. Y varios de los motivos se referían a la Biblia, que está en la base, al menos supuestamente, de todo el aparato consciente e inconsciente de comportamientos, creencias, valores, etc. que yo sabía o descubría en mí, y que por supuesto me han condicionado en tantos y tantos aspectos de la vida y en decisiones y expectativas. Desde que se mencionaban axiomas y se daban por bíblicos costumbres, comportamientos e ideas que realmente no aparecían en la Biblia, como sus malas lecturas, malas interpretaciones, malas traducciones, sesgadas, parciales o interesadas, y darse cuenta de esto último lo acaba haciendo puras arenas movedizas, pues lo que hasta ahora vienes considerando como columnas sólidas se transforma en un terreno de absoluta indeterminación, dado que tú no controlas los textos más antiguos (que son copias de perdidos), ni sus idiomas, ni sus contextos en absoluto, por más años que estuvieras de cristiano, y tratar de abarcarlo es tarea imposible y ver cómo los especialistas de alto nivel se enfrentan y debaten en mil hipótesis ya es descorazonador. Por no hablar de la propaganda y la contrapropaganda. Y si quieres irte al lado contrario, al de la fe sencilla, pues bien, te puedes sostener en esa fe sencilla si te quedas en lo más general, pero eso se complica cuando te bombardean con mil mensajes, predicaciones y libros de cien mil aristas o aparecen situaciones o conflictos más concretos.  Y ahí me he metido, casi sin querer, la verdad. ¿Cómo sostenerte en una fe que te dicen que se basa en la traducción de las copias de un canon bíblico interpretado con determinado enfoque? ¿Es eso una fe responsable y seria, puedes tener esto de base de una fe en condiciones? Porque, además, aquí la fe condiciona toda tu vida. Pero, en fin, pasa igual con muchas ramas del saber, de la ciencia, de la educación y la filosofía, al final, en lo que hace a tu vida práctica, debes elegir.

     Todo lo que la mayoría de los cristianos asumimos respecto a la Biblia ya nos viene dado, generalmente en forma de lema y apoyado (la mayoría de las veces muy débilmente) en uno o varios versículos o pasajes... ya interpretados, y muchos de nosotros los hemos escuchado como verdades absolutas desde pequeños y repetidamente, como mantras. Y no creo que vaya por ahí la cosa. Si somos de los que nos interesamos un poco por el tema, leemos las introducciones a cada libro en nuestras Biblias de estudio y algunos se internan algo más leyendo libros de evangélicos o haciendo cursos de teología de tu denominación. Muchos son muy consistentes, pero te llevan por un cauce. Y vamos predispuestos. Ni siquiera te cuestionas lo que ahí mismo se dice, a lo que apunta. A nadie le inquieta, por ejemplo, la enorme distancia temporal desde los acontecimientos narrados en los Evangelios hasta la fecha de su redacción, siquiera supuesta, y cuando hablo de los Evangelios podría referirme a casi cualquier libro bíblico. Y si despiertas un poco a esto, apenas investigas un poco aquí y allá, aunque sea en internet, sin más pretensiones porque tienes un oficio y una familia y aficiones y vida y esto no es algo a lo que te vas a dedicar muy en profundo, y tienes 47 años y aunque tengas veinte o treinta menos no te va a dar la vida con eso ni quieres, y ya con lo poquito de aquí y allá se te van abriendo los ojos, y puede que ahora no sepas a dónde mirar. Como el niño que no termina de convencerse de la inexistencia de los Reyes Magos. Y así no se puede ir. Es demasiado importante para ir así, con temas como Dios, Jesús, la vida eterna, la base de tu moral y opiniones, la base de tus decisiones, de la educación de tus hijos tal vez, de la elección de pareja, etc., etc.

      Una vez más, repito: no pretendo demostrarte nada ni convencerte de nada. Con lo que dispongo, y sin buscar más, ya que he dejado apuntado últimamente muchas cosas, me quiero meter más en serio en esto. Para mí. Se trata de mi vida, al fin y al cabo. Y sin prisa. Como si tengo que ir punto a punto.

     Empiezo por lo que más me interesa: Jesús. Inevitablemente, esto me lleva a los Evangelios, los cuatro diferentes entre sí. Asumiendo la existencia de Jesús (porque si no, poco sentido tiene esto) y la del cristianismo, ambas existencias son previas a las de los Evangelios, que vienen incluso después de muchas Epístolas, si no todas. Pero la idea de Jesús, el relato evangélico, lo basamos en los Evangelios. Creo que hay que empezar por aquí, desde nuestro punto de vista de creyentes en la actualidad. Para nosotros están antes, en nuestra mente. Pero no lo olvidemos: Jesús, su obra y enseñanzas, y la iglesia, es previa a los Evangelios. Podemos observarlos con ojo crítico, y no hacernos los ciegos voluntarios a determinada información, básica, que aparece en nuestras propias Biblias de estudio o es sabido sin necesidad de profundizar demasiado. Podemos empezar a leer con otro enfoque. A ver qué leemos tratando de evitar condicionantes, dado que mi fe está en Cristo. Comenzaré por algunos hechos narrados del principio, a saber: la visita de los magos, Herodes, el lugar del nacimiento y la fecha, María y José y el inicio del ministerio, tal y como se narran. Como he dicho, poco a poco. El siguiente artículo se enfocará en los magos de Oriente. Los famosos Reyes Magos, la Navidad, el nacimiento. Y no sé cuándo, cuando pueda. 


sábado, 3 de junio de 2023

LA PARÁBOLA DEL SEGUNDO HIJO PRÓDIGO

 6 Por pura obediencia a su padre, y no porque lo entendiese en absoluto, él acabó participando en la fiesta de bienvenida y recuperación de su hermano, de su restitución en posición y dignidad. 7 También había que entenderle a él, ¿no? Él se había quedado allí, su hermano fue un insensato, y volvió porque no tuvo más opciones que hacerlo, él se quedó allí, y todo era trabajar para la familia, y lo respetaba, a su padre, jamás se le ocurrió una idea tan loca, él lo hacía bien, para su padre, para los roles, para la ley escrita y no escrita y para Dios, y eso jamás se celebró, mientras su hermano lo pasaba chachipiruli a tutiplén con un dinero que aún no le correspondía, él permaneció y su padre ni un mal cabrito para celebrar ni nada, no era como uno de los hijos de Job, que hacían banquete por día, turnándose, y ahora… 8 Y tenía cosas por las que preocuparse a largo plazo. Su hermano desaparecido volvía a serlo, su hermano, con todos sus derechos pero, ¡eh!, él ha dilapidado la parte de su herencia, ¿volvería a heredar? Porque de hacerlo, la parte que le correspondiera en realidad la estaba quitando de la suya… 9 ¡Hombre!

10 Hasta que no se acostumbraron a tenerlo de nuevo, él no llegó a comprender un poco la decisión de su padre. Y porque su hermano se portaba muy bien. 11 Era sincero el pródigo: se levantaba el primero por las mañanas para trabajar, con mucho entusiasmo, 12 parecía el más diligente de los esclavos de su padre en lugar de su hijo, y eso que a él no le daban con la vara ni la correa, el capataz nunca lo haría, y agradecía cada bocado, con sus gestos y actitud. 13 Lejos de sus malas profecías, el pródigo nunca pidió banquete más, y siempre tuvo conciencia de no abusar de nada. Es más, para todo se ponía a sus órdenes, nunca le contradecía en nada, y eso lo tranquilizó. Pero hacía cosas raras, como comer menos para compartir su pan, no solamente con los suyos, con sus trabajadores, sino con otros de fuera, e intercedía a su padre de vez en cuando por gente que estaba necesitada. 14 Se acordaba de lo mal que lo pasó, de lo que le impulsó a regresar. Eso podía ser peligroso… 15  No se comportaba con la autoridad propia de un heredero, podría llegar a convertirse en un coladero de pedigüeños y veríamos, veríamos… Pero no, porque él simplemente intercedía, pero se quedaba ahí, obedecía a su padre y a él mismo, bien. 16 Por eso ahora tenía algunos momentos de lucidez que le permitían ponerse en el lugar de su padre. Pero eran algo breves, porque solamente le pasaba cuando en su mente y corazón no estaban los conceptos de justicia y derecho, solamente de humanidad. 17 Él también era su hijo, y su padre tenía derecho a amarlo y volcar sobre él toda la misericordia que quisiese.

18 Pero 19 también era un problema, ahora tenía que luchar en su interior contra otro pecado, la envidia, él era muy religioso, sabía que era envidia, no se autoengañaba. Su hermano venía con otros conocimientos y experiencias de la ciudad donde estuvo. Sabía mucho de vinos, como un sibarita, y de lo que gustaba allí y en la zona. 20 Sabía de especias y de telas, de bálsamos y perfumes, y muchas veces era él el encomendado para ciertos negocios y compras. Lo veías ahí paradito, humilde, innecesariamente ya con el rabo entre las piernas, pero cuando salían esos temas sabía más que ninguno. 21 El lote que se habría dado allí, la gente a la que habría conocido… 22 Ya no se dejaba engañar: pastoreando cerdos tuvo mucho tiempo para reflexionar cómo le habían engañado, cómo nadie le paró los pies, cómo se aprovecharon, qué insensato fue, hubo mucha reflexión que le llevó a una mejor comprensión de ciertos negocios sucios de los que él fue víctima voluntaria y ciega, del comportamiento egoísta de algunos, algunos muchos, y de la cara y cruz de la virtud y el vicio. 23 Ahora era otro, no iba a lo loco, y aprovechaba inteligente y sagazmente los conocimientos de aquello que lo devoró, era el experto en eso. Y también sabía otras cosas.

24 Sabía de hombres y mujeres. Con un concepto de ese tema que iba más allá del interés y el tener descendencia, la verdad es que sus desmanes le hicieron conocerse mucho. Valoraba ahora la compañía, sabía que tendría siempre impulsos sexuales y necesidad emotiva, se buscó pronto a una compañera que hizo esposa, más joven que él pero buena, él la quiso un tanto ingenua y buena, y se amaban, prodigaba por ella, otra vez pródigo, mucho amor y respeto, y le hacía y le pedía cosas en la cama, o lecho, que aprendió de haber estado con putas que se enriquecieron o salieron del paso, dependía de la puta, cuando estuvo allí. 25 Su hermano iba descubriendo ahora la verdadera naturaleza femenina, que nada tenía que ver con las rameras que se dedicaban a practicar un oficio lo mejor que sabían, con halagos y adulaciones, y también se reafirmaba en su masculinidad sexual, emocional y personal. 26 Fue listo. 27 Era consciente de lo fuerte que era el sexo, que una vez pasado el trance del regreso y viéndose restituido, pronto vendrían los impulsos y las tentaciones: con los cerdos, soñando con arrebatarles sus algarrobas, había estado mucho tiempo, y ahora se veía como se veía, no lo iba a consentir, lo cortaba de raíz, se buscó pronto esposa para amarla y respetarla todos los días de su vida, ¡joder! 28 Pues sí que había aprendido la lección, su hermanito. Y él se carcomía de envidia en ocasiones, enredado en relíos teológicos, míticos y supersticiosos un tiempo. Así que, igual que su hermano con el sexo, él decidió ser como él con la envidia, que es un pecado peor que el adulterio y la fornicación, digan lo que digan muchos siglos después esa gente del club de lectura de cartas ajenas, igual a los locos y sabios corintios que a un pobre tal llamado Timoteo o a los lunares efesios, que aquí no se niegan las profecías y se puede mirar a futuro. A ver, era peor sin duda, la envidia es peligrosa, puede llevar al homicidio… 29 Bueno, todo puede llevar al homicidio, pero si no lo entendía mal, fue la envidia lo que llevó a Caín a matar a Abel, ¿no? 30 Como sea, que después de que regresó su hermano todo en su mente parecía cada vez más teológicamente patas arriba, su padre estaba contento con su matrimonio, y su madre también, para ellos fue la confirmación de que su hijo había sentado la cabeza, y un consuelo, y eso estaba bien. 31 Si luego se oían gemidos de placer nocturno en donde su hermano, tampoco habría por qué decírselo y, en realidad, eso tampoco importaba, porque esta época es anterior a la victoriana y no está mal visto el gozarse así a tu pareja legítima ni siquiera entre los religiosos, esos son temores del después, que aquí hasta los niños y también las niñas ven a diario como el carnero se folla a la oveja e incluso igual si le pones varas ante los ojos mientras la empotra consigas cierta eugenesia de provecho.

32 ¡Oye!, pues, la verdad, la reacción que acabó teniendo este hombre fue al final muy positiva, ¿no? 33 Porque con tanta lucha cognitiva y emotiva, acabó por admirarle en lugar de envidiarle. Y, para pesar de sus padres, él también fue corriendo a pedir la parte de su herencia, ya tan mayores sus padres… 34 Una especie de crisis de los cuarenta a los veintimucho, que en esta época se vivía menos. E igual.

35 Indignados estaban todos cuando, tiempo después, regresó. Su padre, tan anciano que tenía demencia senil, no paraba de llamarlo ingrato e hipócrita solapado, ¡cómo se atrevía a volver! 36 Y su hermano, con sus cuatro hijos ya, meneaba la cabeza y hasta le escupió en la cara. 37 ¡Cómo hacerle eso a su propio padre! 38 “¿Tú sabes lo que hemos pasado aquí?”, y el pobre, antes de verse morir en la indigencia y la indignidad, se quitó la vida, colgándose de la rama de un algarrobo. 39 Lo cual, como sabemos, lo conduce como por un tobogán de un parque acuático al Seol o, peor, al puto infierno.

 

(Tomado de la Epístola Apócrifa de mis Narices a los Bellavistenses, 3:6-39, en la versión panhispanoamericana modernizada y cotejada. Cf. El comentario de la Thompson y la Harper-Caribe al libro de Ester: alguna relación encontrarás, tú exprímete el cerebro y ya verás).

jueves, 1 de junio de 2023

COMENTARIOS EXTRA-MARCO DEL FINAL DEL LIBRO DE JOB Y DE LA PARÁBOLA DEL HIJO PRÓDIGO

 Quisiera comenzar estos comentarios y reflexiones lanzando una pregunta, para meditar previamente en su respuesta: ¿El hecho de tener más hijos consuela o mitiga el dolor por la pérdida de uno solo de ellos? Es una pregunta formulada sin ninguna clase de frivolidad, ¡cómo frivolizar con algo así! Y que se contesta desde el corazón. Ya en otra ocasión señalé que, al explicar la figura retórica de la paradoja, les digo a mis alumnos que también se dan paradojas en la vida, y tal vez la mayor de todas ellas es la muerte de un niño. Algo que, por desgracia, sucede a diario, pero que aun con todo nos resulta muy, muy difícil de asimilar. Y en cuanto a la pregunta inicial, ni siquiera hace falta ser padre para poder responderla, aunque si lo eres... Yo lo soy, y el mero hecho de imaginármelo, que perdiese a una de mis hijas, me produce escalofríos. Y ni siquiera tiene por qué ser niño, la pregunta es sencilla, ¿hay consuelo en la muerte de un hijo? ¿Tener más hijos es un consuelo?

     Subo hoy para hacer algunas reflexiones sobre textos bíblicos de una manera extra-marco. Tomo de la Biblia textos y hago apreciaciones; no son meditaciones, ni estudios, ni quieren demostrar nada. Son extra-marco porque me salgo de todos los marcos convencionales que rodean a estos textos: su contextualización cultural y cronológica (aunque esto ya veremos que no tanto), la enseñanza religiosa, espiritual, moral o doctrinal que se supone o se interpreta que tienen, así como su intención. Me salgo de todos esos marcos, con mi cristianismo evangélico residual un tanto de sustrato, y traigo algunos pensamientos tanto del libro de Job como de la parábola del hijo pródigo, con varias ideas previas: la de no ser innecesariamente extenso, la de situarme simplemente como lector frente a texto y la de plasmar impresiones, bastante personales, sin ponerme limitaciones, ni racionales ni emotivas. Así de simple.

      Lo de no extenderme significa no dar demasiados datos eruditos o traer aquí lo que de todos es sabido o lo ya más que dicho. Y voy a empezar por Job, por lo que más me ha chocado siempre de este libro, que es su final y cómo se interpreta. Para mí no es un libro cualquiera y, a decir verdad, es bastante singular en la Biblia. Se sitúa en época premosaica, es decir, aquí ni hay Ley ni pueblo hebreo. Sin entrar a discutir la fecha de su composición, que se sitúa en diferentes tramos temporales según los estudiosos, yo lo considero el más antiguo, porque, aunque tu Biblia de estudio no te lo diga por ninguna parte, no se escribe ex nihilo, bebe de fuentes, por así decir, mesopotámicas, solo que en esas fuentes, en lugar de Jehová, aparecen otros dioses. No me quiero enredar aquí con eso porque no es mi propósito, yo voy a tomar el libro de Job tal cual, tal y como aparece en nuestras Biblias. Lo que sí dejo apuntado es algo ya sabido, mi vínculo emocional con este libro, que tantas veces menciono. Como Dámaso Alonso a Góngora es para mí S. Stuart Park a Job, y tampoco es un secreto que tanto su In memoriam como su Desde el torbellino me han parecido siempre obras deliciosas y profundas en sí mismas, por más que sean meditaciones del libro de Job, y en el caso del último, Desde el torbellino (Editorial Andamio), pues han estado por años y años en la base de mis meditaciones bíblicas diarias, y me acompañó muy especialmente en cierto momento bastante duro de mi vida. 

     Pero bueno, yendo al grano, tengo que decir que su final siempre me ha dejado un tanto perplejo. Aunque, a decir verdad, no tanto su final como lo que se dice o sugiere de él y también lo que se predica de él, de ese final, que realmente, en su expresión, es bastante neutro en lo que a emociones se refiere, porque el texto (42:10-17) se limita a decir que, una vez que hubo orado por sus amigos, Dios le restituye lo perdido muy multiplicado: le da una vida muy larga, sus bienes se hacen el doble de lo que perdió, sus allegados al fin le tienen en cuenta y se conduelen, y vuelve a tener una familia amplia, con muchos hijos. Así sin más. Bien: después de tanto sufrimiento, Dios no solo le devuelve la salud sino que le prolonga muchísimo sus días; Dios no sólo le saca de la pobreza, sino que viene a ser más rico que antes; Dios no sólo le promueve a volver a tener familia (hijos), sino que son muchos (diez), y sus tres hijas hermosísimas; Dios no sólo le saca del señalamiento y aislamiento social y moral, sino que levanta su cabeza hasta ponerlo de nuevo en alto desde esos dos puntos de vista. Mi problema con ese final, objetivamente muy feliz, es más bien lo que se dice de él y cómo se quiere interpretar y asimismo se nos trae a la mente, pasando por alto un puntito clave que es el punto de vista humano. Esa imagen de un Job nuevamente feliz, quizá con una sonrisa de oreja a oreja y más contento que unas castañuelas que se nos vende es absolutamente inhumano, a mi parecer, y obvia descaradamente las profundas cicatrices de su ser, no es posible el consuelo al cien por cien, y da igual la época, ¿No lloró David por su hijo Absalón? La época de David sigue siendo remota para nosotros, tal vez este ejemplo nos ayude a entender que hay cuestiones humanas que atraviesan todas las épocas, no son fruto de la modernidad. Jacob tenía más hijos y la pérdida de José, bien que era su favorito, era de Raquel, le dura hasta la vejez, y el hombre tenía más hijos, y es otra época remota para nosotros. ¿Qué puedo decir? Vamos a ver, después de todo lo que le pasa, mejor así, restituido en todo lo material y social y, además, con su vida rehecha, por decirlo en términos actuales, tanto de pareja como de familia. Pero, aun con todo, no puedo salir de mi pasmo más absoluto por la moto que muchos venden de que ese final es super feliz. Nosotros conocemos a la mujer de Job traicionándole y despreciándole en su ruina, es imposible tener buena imagen de ella: le abandona cuando más la necesitaba, cuando Job ya no puede ser su varón protector y proveedor. Pero, a pesar de todo, nada sabemos de sus largos años de convivencia, del amor que tal vez Job hubiera tenido por ella, incluso en su época con sus roles y su mentalidad, son muchos años, sus hijos eran mayores, y si la amaba, este hombre que nunca miró a una joven para codiciarla, ¡cuánto más le dolería su abandono! ¿La echaría de menos después de su tormento? ¿Ningún cristiano se lo quiere preguntar, preferimos quedarnos con el juicio a su traición final? ¿Ningún cristiano se da a pensar que, tras todo, lo mismo Job se acordara de ella igual con resentimiento que con anhelo de todos sus años de juventud con aquella que, dicen, era su sola carne? Job tenía hijos e hijas, y murieron todos de golpe aplastados por el derrumbamiento de la casa donde estaban por un tremendo viento que vino del desierto (1: 18, 19). Los amaba, los amaba tanto... Eran jóvenes. Y hacían lo que hacen los jóvenes, vivir su juventud, ¿te suena?, jóvenes privilegiados de padre rico, hacían banquetes por turnos. Job los amaba tanto que ofrecía holocaustos por ellos por la mañana, no fuera a ser que la noche antes, con sus cosas de jóvenes que se divierten, nada nuevo bajo el sol, hubieran pecado. Pero eso, ¿realmente lo interpretas con que eran disolutos, pecadores, viciosos, tanto como para que se merecieran una muerte así? Porque a veces da la impresión de que interpretas eso, en tu mojigatería, y ahí, lo siento, eres tú quien se sale del marco. ¿Tan débil patriarca era Job que no era capaz de mantener cierta disciplina en sus hijos, si es que tan pecadores eran? Ese viento del desierto no fue un castigo a ellos, ya lo sabemos por el propio texto, estaba dirigido contra Job, su objetivo era hacerle daño, a Job, no castigar a sus hijos, no te confundas, igual que el fuego de Dios arrasó ganado y asalariados. Y el daño, ¿cuál fue? ¿Simplemente que se quedó sin descendencia que perpetuase su estirpe, que difundiese sus genes, o le dolió también porque, ¡oh, sorpresa!, amaba a sus hijos, a esos hijos? ¿Piensas que sus siete hijos y tres hijas de después le hicieron a Job olvidarse de estos primeros? ¿En serio? ¿No se acordaría de ellos a pesar de los otros, no lloraría después, una vez restituido de todo? ¿En serio? El final de Job es el más feliz posible, bien, de todas sus posibilidades, una vez sufrido el daño, era el mejor, era impensable mientras sufría. Pero eso no lo hace un final feliz. Serás muy buen cristiano, pero un tanto inhumano si verdaderamente piensas que ahí ya está, ya tenemos a Job campante de dicha de nuevo, y aun mejor. Frío, inhumano y sin una mínima dosis de realismo. Después del acuciante dolor a Job le espera la restitución mezclada con la amargura de la melancolía. Hasta el final de sus días. Sin duda.

     La parábola del hijo pródigo (Lc. 15: 11-32) va por otro lado, desde luego. Más que nada, porque se nos presenta como tal, como parábola, y ya sé que lo que voy a hacer lo obvia, ya sé que una parábola es una alegoría, una historia de metáforas relacionadas que pretenden transmitir una enseñanza, no es necesario que me lo recuerdes, ya lo sé, y que forma una trilogía con la de la oveja perdida y la moneda perdida, si aquí todo es que algo que se había perdido se recupera, exponiendo así la gracia de Dios, que pueden volver a él los que están lejos de Él, lo mismo a un nivel grupal (los perdidos de Israel vuelven a ser parte del pueblo escogido, los gentiles pasan a tener la posibilidad de entrar en el Reino, ...) como individual, y también para mí esta parábola en su momento fue un consuelo, saber que Dios, Jesús, me recibe con los brazos abiertos si me he apartado o dado al pecado y luego, arrepentido, me vuelvo a Él: el excluido, o autoexcluido, vuelve a ser acogido, y también restituido en dignidad, como Job. Pero no deja de ser un texto, con muchos detalles, que tomar de base para hacer otras reflexiones si se quiere, sin pretender dar otras interpretaciones de esta historia como enseñanza, sino simplemente partiendo de ella. Y, de casualidad, me ha venido, a la radio, a la mente y a YouTube, sin buscarla, una canción muy célebre de Simon & Garfunkel, The boxer. Una canción triste por su melodía, melancoliquísima, y más si no sabes inglés o no quieres saberlo mientras la escuchas. Pero de tanto martillearme, curioseé su letra y su traducción, y alguien muy querido después me insistió en volver a la letra, y ahora no dejo de pensar en que se trata de una recreación de la parábola del hijo pródigo, pero con matices. Y lo es, en amplio sentido: un muchacho abandona su hogar para hacer su vida en Nueva York, lo pasa mal y también se lo pasa bien. Va a barrios chungos buscando lo que se busca allí, esos "placeres de la pobreza" que decía Héroes del Silencio, no se te especifican porque la canción es poesía, pero podría ser fácil imaginarlos: ¿juego, alcohol, drogas, desmadres, peleas? Y, sin embargo, la canción, cantada en primera persona, de forma autobiográfica, es triste, en el fondo cuenta penalidades. Uno de los placeres más profundos pudiera ser la independencia de quien quiere hacer su vida, quién sabe si con ilusiones de gloria, de conseguir algo diferente y mejor a lo que tenía en casa. Las prostitutas de la Séptima Avenida le llaman al pasar, y él confiesa que, durante un tiempo, consuela su soledad con ellas, la soledad... Y la vida es dura en Nueva York: no consigue trabajo, pasa tanto frío... Así que se va: decide regresar a casa, vuelve al hogar. El hogar de la familia que dejó, o tal vez, metafóricamente, dejarse de esas pretensiones y buscar en serio la estabilidad, la cabeza sobre los hombros. Bueno, en principio, irse de Nueva York y volver a casa, literal o metafóricamente, como quieras. No me digas que no tiene paralelismos con la parábola del hijo pródigo, ¿eh? Pero esta canción tiene un detalle que la parábola no, la imagen del boxeador. Al irse en su regreso, ve a un boxeador, con todas las marcas y cicatrices de cada vez que lo han tumbado. Y se produce la identificación. Él está harto y regresa, ¡bien!, pero... le quedan las marcas del luchador, nunca se irán. Le iría mal todo, habría sido un error, pero él luchó, intentó algo diferente, un sueño, un modo de vida... Las cicatrices de los golpes de su lucha nunca se irán, quedan ahí. Y se le puede dar igual una interpretación positiva como negativa. Será el recuerdo de que luchó por sus sueños que luego se torcieron y no se lograron, por su vanidad, exceso de confianza, malas conductas, o creerse ingenuamente lo que no había, o mala suerte, o el recuerdo de esos placeres y modo de vida, quedan ahí. Tal vez se case, y sea un tipo decente y ame mucho a su esposa, pero sabe lo que es estar con las de la Séptima, ¿se le va a olvidar? ¡Claro que no! ¿Nos podríamos preguntar por qué el hijo pródigo le pide a su padre la parte de la herencia que le corresponde y se va? Desde luego, fue una insensatez. Se fue lejos de los que lo amaban, dilapidó en placeres el dinero y luego le vinieron mal dadas. Entonces se da cuenta de que estaba mejor con su padre, en su casa. Yo me imagino a este chico pensando que en su casa nada más que había obligaciones, que le coartaban, que le cortaban sus alas, estaría fastidiado y se le ocurrió una insensata idea "genial", otra cosita típica de los jóvenes y no tan jóvenes. Tal y como se cuenta en esta parábola, sin querer irse al mensaje que trae, yo lo veo así sin ninguna duda. Por eso vuelve avergonzado. Y su padre, ¡que lo ama tanto!, porque los padres aman a sus hijos, a cada uno, no ve al desgraciado que le ofendió, al vanidoso que se marchó y ahí se las den todas, ve a su hijo y lo vuelve a poner en su lugar, el de su hijo, para frustración del otro hijo que, obediente, se aguantó y se fastidió en su obediencia con lo que su hermano no quiso soportar, y le hizo fiesta. Y como el de la canción, ahora el perdido que ha vuelto ve que es mejor el orden de su casa, de su hogar, esa estabilidad, pero tiene cicatrices. La buena vida que se pegó a tutiplén y lo mal pero mal que lo pasó después quedan en él para siempre como parte de su experiencia vital. No lo hará más, seguro, ha aprendido la lección y ha tenido mucha suerte, la misma que Job, de que la cosa haya acabado así, nadie culparía a su padre si ahora no le hubiese querido acoger. Pero tiene una experiencia que no tuvo su hermano, y las cicatrices del boxeador derrotado. 

     Y, aparte de todo esto, tampoco sé a cuento de qué vienen esas celebraciones tan irrespetuosas cuando alguien que ha tenido problemas gravísimos decide acudir a una iglesia, esa ingenuidad que roza la mala educación y la falta de sensibilidad de algunos, de celebrar como si tu equipo hubiera ganado la Champions cuando alguien muy tocado escucha tu llamado y se debate en dudas y dificultades y va a tu congregación. Hay mucho que sanar ahí, cosas que tú ni por asomo entiendes, y un largo proceso: ¿estarás con él todo el tiempo, sin juzgar, siendo apoyo? Espero que, al menos, eso sí.