CRISTO, CORDERO Y SACERDOTE
Las palabras de Jesús acerca de su resurrección antes de subir a Jerusalén son tan chocantes, que sus discípulos no tuvieron opción de olvidarlas.

En todas las épocas ha sucedido que un ser humano carismático es capaz de tener seguidores dispuestos a todo, incluso a suicidarse. En la época de Jesús existían, y en la nuestra también.
Muchos de estos líderes ponen fechas: para el fin del mundo, para que aparezca un ovni, ... Pero después no se cumple. El mundo lo ve y se burla, los seguidores se van arruinados y decepcionados.
¿Cómo procesarían estas palabras unos discípulos que tanto habían visto hacer a su Maestro? Y, entre sus muchos milagros, también el de resucitar a otros.
Observaron cómo se cumplía la primera parte de la profecía: sobrevino el desconcierto y la duda. Siguieron juntos: "¿qué queda ahora de todo?" Siguieron juntos.
Cristo es, a la vez, el Sumo Sacerdote y la víctima. Él entrega el sacrificio sin defecto (se entregó a sí mismo) y es el sacrificio. Él, como víctima, debe morir y derramar su sangre, y así fue. Pero, para saber que el sacrificio ha sido acepto, el Sumo Sacerdote debe salir vivo del lugar santísimo: y Cristo, nuestro sumo sacerdote, salió vivo al resucitar - ¡es la garantía de que Dios ha aceptado el sacrificio! Y, por tanto, de que estamos reconciliados, de que somos salvos por Él. Sin la resurrección de Cristo el cristianismo carece de sentido, como bien apuntó y dejó escrito algún hombre.
Texto: José Alfonso Bolaños Luque
Imágenes: http://photopin.com
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