JOSÉ ANTONIO Y CONSUELO,
Y LA IGLESIA EVANGÉLICA DE
NAVALMORAL DE LA MATA
Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún.
(Hebreos 6: 10)
En 1975, un joven matrimonio sevillano se traslada a la
localidad cacereña de Navalmoral de la Mata. Con 23 años cada uno, llegan allí
por motivos de trabajo, sin saber cuándo regresarán a la Sevilla que les vio
marcharse. “Tal vez cinco años, quién sabe, solo Dios lo sabe”.
En todo caso,
esta pareja era un tanto distinta a aquellas que iban llegando desde todos los
puntos de España para trabajar en la Central Nuclear de Almaraz, y que se iban
instalando en la localidad próxima de Navalmoral, sobre todo en el Poblado (de
la CNA): ellos eran, son, cristianos evangélicos, y en ese 1975 se comprometieron
a que, mientras estuvieran allí, darían testimonio del Evangelio y trabajarían
por la obra de Dios. El primer testimonio, la primera obra en este pueblo
extremeño, según declaran desde el principio desde la Iglesia de Hermanos de
Plasencia, la más cercana. Y así nació
la Iglesia Evangélica de Navalmoral de la Mata, en casa de Pepe y Chelo, en 1976, en
su salón, en su salita, en su cocina, por testimonio de palabra y ejemplo
directo a todos sus prójimos de alrededor.
Navalmoral de la
Mata, desde luego, no podrá decir nunca que les resultara indiferente a José
Antonio y a Consuelo , quienes formaron su familia
allí, cuyos cuatro hijos pasaron por el Colegio Público Campo Arañuelo y el
ahora llamado IES Augustobriga (antes Instituto de Bachillerato Mixto de
Navalmoral de la Mata). Una intensa Concejalía de Cultura y Festejos que vio
inaugurarse la Casa de la Cultura y declararse el Carnaval moralo de interés
turístico regional, y una Asociación, de dinámica actividad tanto social como cultural, especialmente
del lado y a favor de las mujeres víctimas de la violencia machista, entre
otras muchas actividades para los demás, para los moralos y para los ciudadanos
de pueblos cercanos, es un primer respaldo, demasiado resumido, de nuestra
afirmación. Pero además, y por encima de
todo esto, una labor constante por la obra del Señor que comenzó con reuniones
en su casa hasta la fundación oficial de la Iglesia Evangélica de Navalmoral de
la Mata.
Me es fácil
recordar todos y cada uno de los locales alquilados hasta la adquisición de la
casita de la calle Pavía, el paso por el uso del salón de los Servicios
Sociales los domingos (la iglesia estaba creciendo), el local de dos plantas
que tanta ilusión produjo pero que vio partirse la iglesia en una lamentable
división de la que no hablaré aquí, y su posterior pervivencia hasta el día de
hoy, 41 años después de sus inicios. También puedo recordar sin mucha
dificultad campañas de evangelización, muchas visitas a unos y a otros,
preocupaciones, oraciones, muchísimo tiempo invertido llorando con otros,
llevando a personas a centros de rehabilitación de toxicómanos, cenas tardías
por la espera en atención a otras personas, y mucha gente comiendo y durmiendo
en nuestra casa. Y me resulta bien sencillo evocar en mi mente a los que asistieron
en sucesivas etapas y a los que se bautizaron y llegaron a ser miembros: los
que fallecieron y están con el Señor, los que se marcharon por traslado y
circunstancias de la vida que cumplieron una etapa con nosotros, los que
pasaban por allí, los que se fueron, fueron, y los que sencillamente dejaron de
asistir.
Como una pequeña
llama de fidelidad, sobre inmensos rescoldos de un amor puesto a prueba en
tantas ocasiones, persiste ese testimonio sincero en la pionera Iglesia Evangélica de
Navalmoral de la Mata, en los pocos miembros que componen hoy esta obra tan
grande que Dios ha querido desarrollar allí, aquí, en este pueblo del noreste de Cáceres, tan cerca de todo, de Madrid, de Talavera de la Reina, de Plasencia, de Toledo, de Ávila, y tan lejos de Sevilla, tan lejos de tantas otras cosas ...
¿Hasta cuándo?
Una iglesia así, hasta hace muy poquito de la FIEIDE, no es muy tentadora, tal
vez, para algún misionero que quisiera hacerse cargo de ella, ministrar a los
santos que quedan allí y tomar el relevo de la predicación del bendito mensaje
de salvación a los que no han rendido sus almas a Cristo y de la sana doctrina
a los creyentes. Bueno, no soy nadie para juzgar esto: sencillamente habrá que
pensar que nadie ha sentido ese llamado del Señor, quien es el que da y el que
quita, el que hace crecer la semilla con independencia de quien siembra y de
quien siega.
Pensando que
quizás por cinco, diez años, hace cuarenta y uno que dos hijos de Dios
mantienen sin fisuras el compromiso que decidieron adquirir en 1975.
¡Muchas gracias,
Señor, por ellos!
Texto: José Alfonso Bolaños Luque
Imágenes: http://photopin.com




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